En realidad, el descentrado, no es otro que el gobierno provincial. Todo comienza con el papelón de quedar en evidencia por la fascinación en la que había caído cuando se vio con un poder inusitado de control sobre la población, ante las necesidades que abrió la pandemia. Ahora, que ese poder extra no es necesario ejercerlo, lo extraña. Y lo quiere a toda costa. Eso ya es un papelón. Pero Insfrán entiende que no y la mayoría de las veces quienes entienden que no, no es porque no entienden, sino porque quieren otra cosa.
Muchas personas pensantes que viven fuera de Formosa lo toman como algo divertido. «Está loco» es una de las expresiones más comunes para considerar a este aprovechador autoritario disfrazado de democrático. Incluso se disfraza de peronista. Y hasta le queda bastante bien ek disfraz de argentino. Pero tiempo al tiempo. Toda verdad, llega.
Es inadmisible que los sucesivos gobiernos nacionales (no es que se le escapó la tortuga sólo a Alberto F), hayan permitido -a lo largo de 25 años- todo tipo de vejaciones al ciudadano formoseño sólo porque siempre hay un provechito electoral que se puede obtener con el triglodita que gobierna la provincia con esquemas medievales.
Se le fue la gente encima de la Casa de Gobierno. Ya no hay vuelta atrás. Es el principio del fin. Aunque sea un final largo. Y si la justicia electoral actuara como corresponde, en unos años deberíamos sumar un pelado con barba a la población carcelaria. Extraña hipótesis en el momento en que desde el gobierno nacional, a algunos se les ocurrió considerar que