• Diario 5 -Buenos Aires, domingo 20 de abril de 2025

Bernardo Houssay fue un pionero de la ciencia médica en la Argentina y uno de los grandes fisiólogos del siglo XX. Su carrera estuvo marcada por una precoz brillantez intelectual y una incansable vocación por la investigación. Su trabajo fue fundamental en el estudio del metabolismo y las hormonas.

Houssay es parte del desarrollo científico del país. Si tomamos conocimiento de su vida y su actividad, cubrimos un valioso capítulo de lo que se puede considerar el gran entramado de la cultura argentina.

Nacido en Buenos Aires en 1887, hijo de inmigrantes franceses, demostró desde joven una notable capacidad académica. A los 13 años ya había obtenido su bachillerato, y antes de cumplir los 14 comenzó sus estudios universitarios en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires. A los 23 se graduó como médico y pronto fue nombrado profesor de Fisiología en la Facultad de Medicina Veterinaria.

Durante su formación, Houssay atendió a un paciente con acromegalia, lo que despertó su interés por la hipófisis, glándula de la que entonces se sabía poco. Estudioso incansable, aprendió por su cuenta las técnicas necesarias para extraer y analizar tejidos, conocimientos que plasmó en su tesis doctoral, premiada por la Universidad. A partir de allí, su curiosidad científica se volcó de lleno en comprender el papel de la hipófisis en el metabolismo de los carbohidratos, en un momento en que recién se comenzaban a entender los mecanismos de la insulina. Sus estudios lo llevaron a comprobar que la hipófisis anterior, también llamada adenohipófisis, desempeñaba un papel fundamental en el equilibrio de la glucosa en sangre, mediante un sistema de retroalimentación que complementaba —y en ciertos aspectos contrarrestaba— la acción de la insulina.

El método experimental de Houssay fue riguroso. Utilizó perros y sapos como modelos para investigar los efectos de la extirpación de la hipófisis y del páncreas, observando los cambios en los niveles de glucosa. Descubrió que ciertos extractos de hipófisis anterior inducían hiperglucemia, lo que lo llevó a postular la existencia de sustancias diabetogénicas en esa parte del cerebro. Este hallazgo revolucionó la comprensión del metabolismo y fue clave para el estudio de la diabetes mellitus. Su descubrimiento sobre el rol hormonal de la adenohipófisis le valió el Premio Nobel de Medicina en 1947, distinción que compartió con Carl y Gerty Cori, quienes también investigaban el metabolismo del azúcar.

Más allá de su trabajo en el laboratorio, Houssay fue un maestro apasionado. Como titular de la cátedra de Fisiología en la UBA durante 25 años, formó generaciones de médicos e investigadores, muchos de los cuales se destacaron internacionalmente. Entre sus discípulos más cercanos se cuentan Miguel Rolando Covian y Eduardo Braun-Menéndez, con quienes escribió el manual «Fisiología Humana», texto de referencia en toda América Latina. Su visión de la ciencia estaba ligada a la docencia y a la ética. Creía que la verdadera misión del científico no era sólo el descubrimiento, sino también la formación de personas con rigor intelectual y compromiso moral.

La integridad de Houssay tuvo un costo. En 1943, tras pronunciarse en contra del régimen militar, fue expulsado de su cátedra junto a otros destacados académicos argentinos. Le ofrecieron cargos en universidades extranjeras, pero eligió quedarse en su país. Con apoyo privado, fundó el Instituto de Biología y Medicina Experimental, desde donde continuó su trabajo hasta que fue reincorporado tras la caída del gobierno en 1955. Desde entonces, combinó su labor en la universidad con la dirección del Instituto y la creación del CONICET, organismo central en la promoción de la investigación científica nacional.

Reconocido por universidades de todo el mundo y condecorado con los más altos honores en su campo, Houssay nunca abandonó su humildad. Desconfiaba del chovinismo y de quienes creían haber alcanzado la cima del saber. Para él, la ciencia era una búsqueda inagotable, una tarea colectiva y una forma de construir un país mejor. Su legado, fundado en la constancia, el pensamiento crítico y la pasión por enseñar, sigue inspirando a nuevas generaciones de investigadores

Cada 10 de abril se celebra el Día de la Ciencia y la Tecnología en honor al nacimiento del Dr. Bernardo Alberto Houssay, pionero de la investigación médica en Argentina y primer científico latinoamericano en recibir el Premio Nobel. La fecha, instituida por la UNESCO en 1982, propone reconocer el valor del conocimiento como motor de desarrollo, inclusión y justicia social.

Houssay, nacido en Buenos Aires en 1887, centró sus estudios en la función de la hipófisis y su influencia en el metabolismo de los azúcares. Su trabajo fue fundamental para la comprensión de la diabetes y sentó las bases para futuros tratamientos. En 1947, la Academia Sueca lo distinguió con el Nobel de Medicina, marcando un hito para la ciencia argentina.

La conmemoración del 10 de abril excede el homenaje personal. Vale como oportunidad para visibilizar el trabajo de científicos, investigadoras, tecnólogos y estudiantes que sostienen, muchas veces con recursos limitados, el desarrollo científico del país. Hoy debe ser una estación para los trabajo que ocupan a la ciencia en el S XXI: cambio climático, inteligencia artificial, pandemias y transición energética.

Se habla siempre de alcanzar un país más autónomo y justo. En la persecución de ese objetivo, Houssay es modelo de modelos. Recordarlo es encender la alarma que nos recuerde a cada paso que no hay progreso sin ciencia. Porque se trató de un científico que mantuvo más que firme la convicción de que la ciencia y todos sus procesos deben estar al servicio del bien común, innegociablemente.



 

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