En la pluma de Tripa Gorra, dos hechos que, presentándose como muestra, resumen decenas de acciones diarias de la Policía de la Ciudad y del alerta permanente en el que deben estar y manejarse las personas que circulan por calles céntricas. Parecen igualarse los niveles de riesgo por zona.
La Policía de la Ciudad detuvo a dos falsos vendedores ambulantes que le robaron a un automovilista en Balvanera. Eran dos choris que simulaban vender pañuelos. Los amorsó la cana de la Ciudad segundos después de que le curraran el celular a un tipo en San Cristóbal. El asunto se vio cuando agentes de la Brigada de la División Prevención del Delito de la Policía de la Ciudad, observaron en la intersección de la avenida Jujuy y Carlos Calvo, el momento en que dos cachafaces, que simulaban vender pañuelos descartables, estaban meta forcejear con el conductor de un automóvil para afanarle el celular y salir rajando.
Al instante los PC gritaron “Alto!”. Los cacuchos no dieron pelota y arrancó la persecuta, que se extendió por unos 400 metros. Los adornaron con esposas en Independencia y Alberti. Testigos y piripipís legales varios mediaron para que el fulano del auto recupere el fono.
Nada lejos de allí, horas antes, la Policía de la Ciudad detuvo a un arrebateitor de 35 carnavales, que le había manoteado una cadenita de oro a una mina por la avenida Callao, donde no iba rodando la luna sino un experto en “slurping” de cosas de valor. Justo lo vio gente de celeste y bordó observó el momento en que dos hombres encerraron a una mujer que iba llegando a Bartolomé Mitre. Uno le tironeó la cadenita y salió de raje.
La mujer, víctima del pánico, se fue sin mirar nada. Cuando los polis porteños persiguieron a los ratonoides, el que choriceó la cadenita la tiró en la calle. Los canas vieron la infantil movida, ya que iban detrás de los ladris. Con testigos y todos el protocolo, los burglars capitularon en bartolomé Mitre al 1800. El prestidigitador quedó pegado y al otro lo dejaron suelto hasta que se mande la próxima.