• Diario 5 -Buenos Aires, jueves 20 de marzo de 2025

Ayer, Diario 5 volvió a abordar una cuestión fundamental en la movilidad urbana: la falta de planificación adecuada en la distribución de las paradas de colectivos. En su columna, Marcelo Zanotti señala cómo la ausencia de criterios lógicos en la ubicación de los postes genera inconvenientes para los pasajeros, quienes muchas veces pierden su oportunidad de abordar un transporte simplemente porque las paradas de recorridos afines no se encuentran lo suficientemente próximas entre sí. También pusimos el foco en la falta de empatía de algunos conductores, quienes, lejos de mostrar solidaridad, optan por la indiferencia frente a quienes corren detrás del colectivo en un intento desesperado por llegar a tiempo.

Hoy, sin embargo, vamos a detenernos en otro aspecto del transporte público que merece atención: la conducta de los propios ciudadanos en su uso cotidiano. Porque más allá de las deficiencias estructurales y organizativas, hay ciertas actitudes que no dependen de la planificación estatal, sino del compromiso individual con la convivencia.

Si el transporte público es, en su esencia, un espacio de convivencia y respeto, los primeros que lo tenemos que comprender somos los usuarios. Sin embargo, algunas actitudes de los pasajeros nos recuerdan que la urbanidad y la cortesía no siempre son valores compartidos. Dos episodios recientes ilustran esta situación: el lamentable estado en que quedó un asiento de madera en una parada de colectivos y la falta de consideración de quienes, al viajar, colocan sus pies en el asiento enfrentado.

En el primer caso, nos encontramos con un banco de madera, ubicado en un refugio de colectivos, al que le han arrancado uno de sus soportes metálicos. El daño no es menor: la estructura ha quedado inclinada y prácticamente inutilizable. ¿Qué clase de vandalismo gratuito lleva a destruir un bien común de esta manera? La agresión no sólo implica una falta de respeto por el mobiliario urbano, sino también una incomprensible hostilidad hacia el resto de los ciudadanos que necesitan de ese espacio para esperar el transporte con mayor comodidad.

Por otro lado, el recurrente gesto de algunos pasajeros de apoyar los pies en los asientos vacíos del transporte público es una muestra de desconsideración. Independientemente del material del tapizado, ensuciar deliberadamente un lugar destinado al uso de otros refleja una preocupante falta de civismo. Se trata de pequeñas actitudes que, sumadas, erosionan la convivencia en la ciudad y generan un entorno menos amable para todos.


 

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