• Diario 5 -Buenos Aires, domingo 16 de marzo de 2025

Hay que estar atentos. Cada vez son más los puntos de la ciudad en los que la ausencia de refugios para esperar la llegada de los colectivos genera complicaciones a las personas.

¿Considera alguien que podríamos estar cansados de decir que los funcionarios, en su totalidad y sin excepciones son gente que se maneja todo el tiempo en automóvil, sea asignado a su cargo, de su propiedad o apropiado?

Es verdad que nos cansa tener que recordarlo pero estamos permanentemente dispuestos a recordarlo.

Éste es el momento y el lugar en el que -al ver el resultado- no estamos capacitados, autorizados ni habilitados para perdonar absolutamente a nadie del espectro político involucrado en no brindar soluciones. Entendemos que en el aspecto de controlar la calidad de vida de la población en sus detalles más complejos y en los que es necesario hacer un verdadero esfuerzo de equipo desde el estado, hacen agua: el peronismo con kirchnerismo y todo, los radicales K, los empelucados, la zona LLA mareada con el poder, los ultra F, la CC, los necios del militarismo, los necios de la militancia, el GEN, la actual UCR y las izquierdas, casi todas adscriptas al blablaísmo.

Estamos hablando de una generación de dirigentes sumergida en el explosivo círculo vicioso de la falta de autoconocimiento: es incapaz de comprender siquiera la dimensión de su propia incapacidad.

Nos hacemos ahora una pregunta que requiere varios detalles pero resulta necesaria para el quiere entender el planteo en toda su dimensión:

¿Acaso estábamos obligados a concluir que, como -prácticamente- todos los miembros de los organismos estatales y los dirigentes que luchan por obtener esos mismos puestos se manejan casi siempre en automóvil, la gente que siempre depende del transporte público para movilizarse, quedaba condenada a sufrir servicios insuficientes para calidad de vida que se merecen?

La respuesta es que en cualquier lugar del mundo en el que no se la pasan jactándose de la solidaridad propia de sus nativos, la lucha del pueblo por derechos de todo tipo, las grandes conquistas sociales, etc, diríamos, por supuesto, que no. Pero hablamos de la Argentina, donde cada vez que un aspirante a un cargo de poder asegura que lo hace por su vocación de «mejorar la vida de la gente», algo sucede siempre que tal intención no coincide con el producto final.

No porque estemos cansados de decirlo hemos dejado de pensarlo, Y ni siquiera dejaríamos de decirlo. Hasta ahora, en Ministerios de Transporte (o secretarías, según la estructura circunstancial del estado nacional) ha sido imposible encontrar gestiones 5/5. Adoptar las políticas, proyectos y en materia de transporte, tránsito terrestre, ferroviario, aéreo y fluvial lo puede encarar cualquier buen ministro. Pero éste perderá tal condición a la hora de tomar decisines sobre el transporte público. Esta teoría, lamentablemente, jamás falló.

Con la CNRT, Comisión Nacional de Regulación del Transporte, el organismo específico en el tema que nos ocupa, la situación es peor. Establecer qué empresas pueden dar servicio a personas que viajan, diagramar recorridos, asegurarse que todo esté cubierto, que nadie le esquive a las rutas que no son negocio y hacerlo todo sin caer en sospecha de corrupción, no parece ser un trabajo para cualquier funcionario argentino. Y seguimos esperando al equipo que lo haga bien.

Pero el calamitoso ente regulador nunca deja de sorprender. Con semejante precedente en este organismo, considerado estratégico y siempre manejado por delfínes de algún sector del poder con el que cada gobierno negocia favores políticos, ¿quién habría creído, de verdad, que las denuncias por «inconducta de conductores», los colectivos que no se detienen en la parada y decenas de otros problemas que los pasajeros suelen tener en ómnibus de todo tipo, se gestionaban realmente?

Y llegamos a las ciudades.

Específicamente, la de Buenos Aires. Hablaremos sólo de movilidad: Divino el Metrobús de la Av. 9 de Julio, genial el Paseo del Bajo, las bicicletas públicas, los ferroductos de Belgrano, el mantenimiento de mobiliario urbano, la distribución de semáforos y señalización, taníntimamente vinculado con la seguridad en la Ciudad.

El agujero en los servicios sigue estando en las paradas de colectivos (innecesarias en algunos casos). Que los pasajeros no tengan protección para los dias de lluvia en paradas concurridas como la del colectivo 12 en Entre Ríos y Carlos Calvo es que hay un funcionario que no se está haciendo cargo de su responsabilidad. El secretario de Transporte, Guillermo Krantzer, ya tiene que estar buscando a ese responsable y asignarle el trabajo de mejorar la distribución de paradas sobre la Av. Entre Ríos en las cuadras que van desde Humberto Iº hasta independencia.

¿Por qué?

La redistribución realizada en 2013 llamada «Paradas Inteligentes» fue lamemtable. Se trató de lo menos inteligente que se podría considerar. Ejemplos fatales: en Entre Ríos al 1000, el 6 y el 50, que llevan el mismo recorrido por más de 5 km, paran a 40 metros entre sí. Y en Entre Ríos al 800, la peor: las paradas de las líneas 90 y 151, que desde allí irán juntas por más de 45 cuadras, tienen sus paradas a 75 metros de distancia una de la otra. Una persona joven debería salir corriendo para alcanzar a ubicarse en la correspondiente al ómnibus que está llegando si se encontraba junto al otro poste. ¿Realmente tenemos que preguntar qué le queda a una persona mayor o una con discapacidad?

Muchachos, no se olviden de llenar el tanque y controlar el aceite de su auto.

 



 

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