• Diario 5 -Buenos Aires, domingo 16 de marzo de 2025

Y que podría causar raros dolores.

Javier Milei parece no haber asimilado que el cargo que le encomendó la ciudadanía no es un set de redes sociales, donde todo es efímero y reversible. Su reciente implicación en el escándalo del criptoactivo $LIBRA expuso su falta de prudencia y dejó en evidencia su incapacidad para medir momentos, escenarios y circunstancias.

La entrevista que concedió para intentar despegarse del fraude fue un reflejo de su desconexión con la realidad. “Yo no lo promocioné, sólo lo difundí”, aspiraría a ser, en la intención del jefe de Estado, el matiz que entre ambos conceptos podría borrar el impacto de su accionar. Pero la línea es fina y, en este caso, irrelevante: sin su impulso inicial, miles de personas no habrían caído en la trampa. Pretender que su rol se reduce a un gesto inocente es desconocer la magnitud de la influencia que tiene un presidente.

Milei no sólo erró en la acción, sino también en la reacción. En lugar de enfrentar la situación con la gravedad que amerita, optó por una defensa torpe y evasiva, dejando más dudas que certezas. Reconoció que fue “un error”, pero solo porque el criptoactivo terminó valiendo nada. No hubo un mea culpa por la irresponsabilidad de haber validado un esquema financiero dudoso sin la más mínima verificación previa. Tampoco explicó por qué promovió un activo sin respaldo regulatorio ni por qué mantuvo contacto con empresarios involucrados en operaciones de dudosa legalidad.

El escándalo creció cuando se filtró el backstage de su entrevista con Jonatan Viale. No fue sólo una nota grabada con edición. Se trató de una puesta en escena que reveló la dinámica interna de su gobierno: Santiago Caputo, Luis Caputo, Manuel Adorni y Karina Milei como jurado de una versión política de American Idol, susurrándole indicaciones al presidente mientras el periodista le sugería que consiguiera un abogado. La imagen no podría ser más elocuente. La improvisación y el temor dominaron el momento en el que Milei debía demostrar firmeza y claridad.

Nada de esto es nuevo en su comportamiento. Su tendencia a actuar sin medir las consecuencias ya ha generado crisis evitables. Pero esta vez, las repercusiones pueden ser judiciales. El temor en su entorno es palpable y con razón.

La segunda quincena de febrero de 2025 será un tiempo por el que Javier Milei siempre se arrepentirá de no haber reservado un dos ambientes en Mar de Ajó, tranqui. También será el momento de la historia en el que un presidente argentino comprendió, quizás demasiado tarde, que su función exige bastante más que discursos altisonantes y provocaciones mediáticas.

Y menos soluciones aún, se consiguen con borrar un tuit para borrar un error.

En el camino, nos vemos obligados a preguntarnos si al no conocer detalles sobre la soberbia econo-tecnológica, estamos muy atrasados respecto de la psicología política moderna.

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