
«Hay muchos que durante el gobierno anterior parecían más gorilas que Macri, pegándole a la presidenta. Seguramente muchos de esos carneros van a salir a trabajar; hay que darle vuelta los coches». Esta frase de Omar Viviani fue tomada más en cuenta por lo violenta que por lo estúpida. Nadie niega que se trata de una arenga digna de arrepentirse -el sindicalista pareció hacerlo cuando balbuceó: «Se me salió la cadena»- por su innegable incitación a la barbarie. Pero asociar a quienes criticaron al gobierno anterior con los que no quieren adherirse al paro, considerándolos «gorilas», es una forma de alejarse de los taxistas e ingresar en la soledad del ocaso del poder. Tampoco la ridícula y facilista comparación con el ataúd de Herminio -últimamente a cualquier cosa la comparan con eso- porque, aunque los enemigos son casi los mismos, Macri, políticamente, no tiene la jerarquía de Alfonsín.
«Lo de Viviani no fue una frase desafortunada, es lo que él piensa» dijo Juan Carlos Berón, Secretario General del Sindicato de Conductores de Taxis La Plata. Berón remarca que al ver accionar de Viviani, se ubica de acuerdo con Macri, cuando dice que hay mafia en el sindicalismo». Lo que Viviani dijo «fue un pensamiento y un deseo propio del sindicalista. Él representa a los peones de taxi y no a los conductores». Ahí, el dirigente platense entiende que esa diferencia es la que ha provocado que «Viviani saliera a generar violencia entre los taxistas».
La imagen pertenece al plan Terto. Se trata de la fusión entre la ciudad desierta que debería obtenerse como efecto de que nadie vaya a trabajar y la posible consecuencia de que un taxista gorila baje la banderita.