Lo primero, puede producirse cada tanto. Lo otro, es una constante argenta. La imprevisión es mucha más argentinidad al palo que todo lo que enumera la conocida canción.
Entendemos, por un lado, que fue mala suerte. Si hubo un desperfecto técnico, ¿qué se le podría reprochar al servicio ferroviario del Roca, que al tener cortdo el hilo de continuidad de os trenes, provocó una marea de gente en el acceso a la Estación Constitución.
Pero no termina e la suerte el problema.
Las puertas de la Estación Constitución se cerraron. ¿Por qué? Porque había que preservar. ¿Preservar qué? La salud ¿La salud de quién? La de la gente ¿La de la gente que viaja? No, la de la gente que está siempre en la estación: personal ferrovieraio, limpieza, jerárquicos de ambas áreas, personal de seguridad y comerciantes.
¿Y los pasajeros? Que se encarguen Fernández, Rodríguez arreta y Kiciloff. La estación Constitución cierra hasta que se arregle el inconveniente eléctrico.
Quién le va a decir a «Trenes Argentinos» que debería tener PREVISTO algún metodo que evite una «juntada» de gente comola que se vio en las puertas de la estación Constitución, alrededor de las 20.00
Cuando el problema se solucionó, el cráneo que maneja los accesos a la estación, decidió abrir sólo dos de las siete puertas de acceso al viejo palacio de la cabecera del Ferrocarril al Sud.
Resultado: cuando vuelva a subir el promedio de infectados por Covid-19, habrá que tomar en cuenta la jornada de ayer como un capítulo similar a las recordadas aglomeraciones de gente en las filas de acceso al velatorio de Diego Maradona. Idéntico accionar, idéntico efecto.