• Diario 5 -Buenos Aires, viernes 4 de octubre de 2024

Por qué llamamos «puto» al miembro de una patota criminal

PorMarcelo Zanotti

Ene 20, 2021

Pegan todos juntos. Muchos de esos lauchones pestilentes jamás supieron lo que es enfrentarse solos a un hombre que los incita a ser hombres y, si les gusta la violencia, bancársela solitos, mano a mano. Ni soñarlo. Ni en pedo. Son putos. Los putos actúan haciendo el mal a otros sin arriesgar.

No es la primera vez que levantamos la bandera de intentar explicar qué significa la palabra «puto». Pruebas al canto.
De una buena vez y para siempre, que los ignorantes terminen de considerar la palabra puto a varones de condición homosexual. No es así. En términos estrictos nunca lo fue y nunca lo será. Es probable que lo hagan por gusto o por diversión. Pero cansan y confunden

La palabra puto debe ser aplicada a una gente de una condición de mierda mayor, cuyo grado de asquerosidad moral los haga caer, indefectiblemente, en hechos, expresiones, actitudes o tendencias que le dejan al resto de los mortales la duda de si el ejercicio de la justicia por mano propia no es, acaso, una idea acertada, primero y una decisión correcta, después.

Los rugbiers asesinos de Zárate, los ladrones en ataque piraña con tres y hasta cuatro motos, los barras rosarinos que anteayer le partieron la cabeza a un pibe en Mar del Plata y tantos soretes fuera de código. Putos. Me encargué de entender que era puto un fulano que vendía publicidad en una radio en la que había un importante equipo de trabajo. El basura convenció a un asistente del director de que en su condición de gerente, a él le correspondía el 4% de la facturación publicitaria de la emisora. Esto quiere decir que a las comisiones naturales de entre el 12% y el 17% que les correspondía a los vendedores, la radio tenía que restarse otro 4% para el «capanga» del equipo de venta. El director tardó un tiempo en darse cuenta de esta maniobra antiestímulo, casi digna de una AFIP bien confiscatoria. No tuve -por entonces- otro calificativo a mano que llamar «puto» a este señosr. El mote se lo transmití a compañeros que comprendían la situación. Inmediatamente, la palabra «puto» había cambiado de significado para todo un grupo de trabajo. Hay que aclarar que ninguno de mis compañeros de la radio llamaba con esa expresión a ninguna persona por su condición sexual y sí comenzó a aplicar el clásico sello de «puto» a personas (no importaba si era LGTB, hetero o asexuado) que exedían diferentes límites de soportabilidad subyacente a convivencias.

Entran en el paquete para ser considerados putos los agresores de mujeres en todos lo órdenes, aunque existen casos que ameritan que se les grite puto en la cara todos los días en la cárcel a la que vayan a parar, cuando se trata de que a la agresión se les haya agregado alevosía de cualquier clase, como decidir una violación y luego pretender borrar vaya a saber qué cosa, matando a la que terminará siendo doblemente su víctima. En este caso estamos hablando de putos de una dimensión insoslayable.

Puto es el agresor armado cuando el agredido está a manos limpias.

Es un grandísimo puto el varón que, al ser abandonado por una mujer que él veía como muy atractiva (y los demás, seguramente, también) que a él lo desespera de tal modo que se obsesiona con querer estar encima de ella. No es necesario que llegue a agredirla (aunque, indefectiblemente lo terminará haciendo, de cualquier modo) para llevarse un alto puntaje para el reparto de diplomas de putos. En este caso, nos tomaríamos una licencia y permitiríamos una consideración de orden sexual, dado lo emblemático de la escena: Hay que ser muy macho para bancarte que un minón se vaya a hacer su vida, sin comenzar a demostrarle que el macho herido puede llegar a volverla loca con miles de artiluigios de putito.

Y habrá mucho más.

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