No se trata de un tema que nunca se haya tratado en los ámbitos filosóficos y de análisis social de la Argentina. Sin embargo vale poner la lupa en algunas conductas que bien podrían justificar cierta mirada sospechosa y con desdén que desde algunos lugares del país se le hace ciudadano capitalino. Las bases de la convivencia urbana se sostienen sobre un trípode: obligaciones, derechos y equilibrio. A su vez, cada una de las patas del trípode vuelve a pararse sobre otras pequeñas bases de convivencia conformada por otros trípodes cuyas patas son necesidad, posibilidad y flujo de acción. Comencemos: las obligaciones y los derechos los tienen tanto los ciudadanos como los que los gobiernan; son dos patas que apoyan muy fuerte y es necesario que una tercera observe y chequee cuánto peso ejerce cada una para establecer el equilibrio. Esa tercera pata pueden ser tanto las organizaciones no gubernamentales como la propia prensa; es decir, cualquier actor que en cualquier circunstancia cumpla un mínimo de función arbitral para que el equilibrio sea real.
Debajo de esa estructura de obligaciones y derechos se encuentra la más importante superestructura de columnas que sostienen ese equilibrio de la convivencia urbana: es otro trípode equilibrador conformado por la verdad de las clases sociales a las que pertenecen los ciudadanos; por eso observamos que la necesidad y la posibilidad ya no necesariamente hacen referencia al pueblo y sus gobernantes, sino a los actores sociales de abren o cierran posibilidades a otros actores que satisfacen o frustran necesidades.
Esos actores sociales son las empresas, las instituciones, los clubes, etc. Y es lógico comprender que hay una interacción de estas dos partes a la que identificamos como flujo de acción. El flujo de acción es, en el mejor sentido de la palabra, política. Política pura. Política bien entendida. Algo así como la ávida búsqueda de “equilibrar en las bases”, en lo más bajo, en el llano, en el soporte inicial de todo lo que se apoya encima.
Hacer política comprendiendo estas premisas es el placer de los justos que se dedican a la política. Definitivamente sabemos no es posible encontrar a esta raza aludida viene días por ciento de los que andan rondando el poder siempre. Si bien este tema de la política bien entendida es un debate pendiente en la república Argentina, un asunto o derivado de él es la juventud de la democracia porteña. El tema es tan importante y sufre tanto soslayo que, en alguna medida, la demostración de la falta de madurez política por parte del porteño es claramente mayor que la que puede demostrar la misma persona en su condición de ciudadano argentino. Como puede ser esto? Es un sapo difícil de tragar pero real.
Tenemos pruebas para demostrarle a cualquier nativo o residente de la Ciudad de Buenos Aires que la madurez política que haya podido conseguir como argentino decae ostensiblemente en su identificación como ciudadano porteño. Aparecerán aquí, en lecturas sucesivas.