Algo raro pasa con la supuesta impronta ganadora de todos los candidatos. Discute y se pelean como siempre pero nadie -y a pesar de todos los beneficios que siempre implicó el poder, incluidas las corruptelas más condenables- parece estar demasiado dispuesto a enfrentar la realidad de la decadencia de un país que se ve cada día más sumergido en el inverosímil estancamiento en el que cayó una de las naciones más privilegiadas por la riqueza en todo el planeta.