Roma y Buenos Aires despidieron al Papa Francisco
El último adiós al Papa Francisco unió a dos mundos que fueron su hogar: La Ciudad Eterna y la Reina del Plata. Con los focos en la Plaza de San Pedro y en las escalinatas de la Catedral Metropolitana, el llanto y la gratitud se entrelazaron para despedir a un hombre que dejó una huella imborrable en la historia de la Iglesia y en el corazón de millones.
En el Vaticano, el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, condujo la ceremonia fúnebre ante una multitud conmovida y líderes de todo el mundo. Con voz emocionada, recordó la última aparición pública del Santo Padre, apenas días atrás, en la solemnidad de Pascua: «Su última imagen, que permanecerá en nuestros ojos y en nuestro corazón, es la del pasado domingo, cuando el Papa Francisco, a pesar de los graves problemas de salud, quiso impartirnos la bendición desde el balcón de la Basílica en un último abrazo con todo el Pueblo de Dios».
En un pasaje de profundo recogimiento, Re expresó: «Querido Papa Francisco, ahora te pedimos a ti que reces por nosotros. Que desde el cielo bendigas a la Iglesia, bendigas a Roma, bendigas al mundo entero, como hiciste el pasado domingo».
Francisco fue recordado como el pastor que, con un corazón sincero, buscó la verdad y mantuvo viva la antorcha de la esperanza.
Mientras tanto, en Buenos Aires, ciudad donde nació Jorge Mario Bergoglio, también se elevó una oración de despedida. Sobre las escalinatas de la Catedral, el arzobispo Jorge García Cuerva presidió una misa de exequias ante cientos de fieles, acompañado por autoridades nacionales y de la ciudad. Con palabras profundamente humanas, expresó: «Hoy lloramos porque no queremos que la muerte gane, lloramos porque se murió el padre de todos, lloramos porque ya sentimos en el corazón su ausencia física, lloramos porque nos sentimos huérfanos».
El arzobispo citó luego un tango de Gardel, hilando la memoria porteña al dolor: «Lloramos porque ya lo extrañamos mucho y no queremos que nos pase lo que cantaba Gardel, ‘las lágrimas taimadas se niegan a brotar y no tengo el consuelo de poder llorar'».
También evocó un pensamiento del propio Francisco, quien había dicho: «Al mundo de hoy le falta llorar. Lloran los marginados, lloran aquellos que son dejados de lado, lloran los despreciados, pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades no sabemos llorar».
La jornada continuó en Buenos Aires con un almuerzo comunitario y una peregrinación, como reflejo vivo de la espiritualidad cercana que el Papa siempre promovió.
En su último adiós, Roma y Buenos Aires, las dos tierras que lo vieron crecer y transformar al mundo, se unieron en una misma lágrima. Francisco ya descansa, pero su legado de amor, justicia y humildad seguirá caminando en cada rincón donde haya alguien dispuesto a tender una mano al otro.