Las desprolijidades en el tratamiento de la llegada de las vacunas están jugando en contra del ánimo de la población
Se pudo haber evitado el empaste. No por efectos políticos. Es por la sensación que deja en la gente, en general. Hace dos meses, cuando se comenzó a escuchar decir que la Argentina iban a conformar un status de país privilegiado respecto de la experimentación con las vacunas, la reacción mayoritaria de la sociedad fue la de una aceptación sin euforias. Y eso que la noticia parecía ser conmovedoramente positiva. Pues bien, se diluyó el plan.
Y los planes alentadores, en la Argentina, se diluyen uno a uno, siempre. En la Argentina aplican con ganas las «Leyes Murphy»: todo lo que puede salir mal, así sale. Indefectiblemente. Después, la vida sigue y -claro- somos argentinos. Eso significa que – como desde siempre- salimos a buscar alambre para atar el aparato descompuesto y -más o menos- conseguimos que vuelva a funcionar, con relativa efectividad, durante un tiempito.
Resumen: todos hablan de cuándo llegan las vacunas pero nadie lo sabe