Manuel Corral Vide acaba de editar la que será, seguramente, su obra más importante, más allá de que no se trate de un compilador exclusivo de recetas de cocina exquisitas, como las que suele presentar. El pensamiento de Corral Vide en El Fin de la Cocina es sensible, profundo, abarcativo y provocador. El relato es inteligente, ágil, buceador en la historia, nutrido de datos precisos, esclarecedores y acordes con el meollo central de cada capítulo.
Generoso en referencias de alta autoridad, como los documentadores de la historia de la cocina en oriente y occidente, se percibe esa persecución de aprovechamiento y disfrute que las plumas ensayistas de jerarquía esperan que alcancen sus lectores: ganar en ritmo y, al acelerar la lectura, no detenerse hasta devorar lo que falta del libro. Es un llamado de atención con picazón de alarma, ante el efecto en cadena que va generando el poco observado abandono del hábito de cocinar, tanto en las grandes urbes, como en las menores.
Un detalle que se exhibe -casi como vidriera- en la propia presentación de la edición es que Manuel se hace cargo de establecer una observación sobre algunos líderes en gastronomía, cocineros dueños de reconocimiento y prestigio, a quienes les atribuye una tendencia obsesiva por deslumbrar con sus experimentos, sin sensibilizarse de -o, por lo menos, sin medir- múltiples consecuencias.
Este cocinero gallego es –también y por derecho adquirido- un porteño de clase. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires y es uno de los emprendedores de más firme defensa de sus propios principios que se hayan visto en la gastronomía argentina. Por ese motivo, no dudó en tomar fuertes decisiones, en más de una oportunidad, durante las diversas etapas de Morriña, hoy, enrolada en el método de catering y eventos.
La más atrayente y trascendente bandera que levanta el autor de Cocina Celta, Mitos y Recetas en este nuevo trabajo, es el pensamiento encarrilador que implica el recordarnos que “cocinar humaniza”, promoviendo que no se apaguen los fogones en pos de evitar que materialicen, desde nuestro bolsillo y nuestro sometimiento cultural el objetivo dominante de la industria de la alimentación -no siempre separada de la farmacéutica- de uniformar las comidas de la mayor parte de los pueblos del mundo y hasta, si pudieran, de todos. El Fin de la Cocina es el principio de salvación de la misma.