
Nada más necio que considerar que las reivindicaciones de derechos femeninos para evitar que se sigan produciendo acosos de todo tipo, violaciones desde silenciosas hasta ostentosas y presiones por poderes masculinos por sobre vulnerabilidades propias de la mujer, pueda ser un factor de merma en los acercamientos con fines amorosos. En todo caso, si eso influyó, realmente mejoró la tasa, ya que la cualificó.
El constante uso de dispositivos electrónicos por parte de los porteños donde quiera que vayan, donde quiera que estén y a toda hora ha dejado una estadística curiosa y a la vez significativa (para algunos, alarmante): la caída en números de los tradicionales acercamientos de jóvenes y no tan jóvenes valientes varones (por lo menos en el mayoritario segmento heterosexual) que se acercaban a una mujer encarando directamente un diálogo que los ponía de inmediato sobre una plataforma de contacto o la que iniciar una relación amorosa era la más latente de las opciones. Y sí de opciones se trata, a propósito de los cambios sociales evidenciados en estos tiempos, ha quedado demostrado que quien se encuentra frente a la pantalla de su móvil, con su perfil de red social abierto o en ese momento y viendo los nombres de las damas que, a su vez, se encuentran en ese momento o conectadas, vemos entonces que nuestro héroe abandona cualquier opción de acercarse a una joven, muchas veces marcadamente deseosa de iniciar ese bendito diálogo, por entender, el boludo, que en cualquier momento o podrá combinar alguna cita que transforme en “real” alguna de sus mujeres virtuales.
Una de las más terribles escenas que se puede observar con referencia a este tema es la de comprobar que la mayoría de los pibes están con la cabeza gacha manipulando sus dispositivos ultramodernos en el mismísimo momento en el que a su lado, cerca, o lo que sería peor, exactamente enfrente de él, no solamente está pasando una bella niña y el papamoscas no se da cuenta, sino que tampoco él ve la secuencia de cambios de actitud en la chica, que van desde mirarlo durante unos segundos con avidez, pasando por la desilusión de la indiferencia del pánfilo facebukero y finalmente el maravilloso y justiciero gesto o de “jodete, vos te lo perdés”.
Lucre, una porteña de 17 años recién cumplidos nos aporta lo que para ella es el “colmo”. Parece ser que la situación que a veces se observa en la calle, en los transportes públicos y en zonas francas tan tradicionales para el inicio de vínculos como lo son las universidades y los ámbitos de trabajo de ver a los muchachos obviando la cercanía femenina por estar ensimismado frente a una mini pantalla, se traslada también, increíblemente, a los boliches bailables, hasta hace poco incuestionable Meca semanal de todos los ámbitos juveniles del mundo para encontrarse y vincularse. Ridículo.