Marcha de la Mujer I: Gran Convocatoria

“No me digas a mí lo
que tengo que hacer. Enseñales a ellos, que NO es NO”. Como ésa, muchas frases escritas en cartulinas pegadas en las rejas del Congreso Nacional, dejaban en claro la posición de las manifestantes de 8 de marzo, la tercera consecutiva de las marchas que Buenos Aires albergó en un arranque de marzo con gran energía para reclamos sociales.

A la noche, frente a la Catedral Metropolitana, la peor cara de la marcha del Día de la Mujer: agresión a periodistas, y a
un joven manifestante que se paró en la
vereda de la calle Rivadavia y San Martín con una bandera del Vaticano. (Ver nota aparte).

Resultado: podría decirse que se avanzó un poco en la concientización a la que se pretende llegar con respecto de que hay mujeres dispuestas a recordarle a la sociedad que se buscan ciertos parámetros de equilibrio entre varones y mujeres en algunos aspectos de la vida nacional, pero todavía es necesaria una discusión en la que se establezcan las prioridades, para que un reclamo como el que reza “Ni una Menos”, no se manche con la locura de unas jóvenes exaltadas que, por salir a defender al conjunto de las mujeres de un contexto violento en los tiempos que vivimos, aprovechen la marcha de reclamo para descargar una ira que nada tiene que ver con el espíritu de la convocatoria.

Incluso los derechos femeninos en el ámbito laboral, político social, educativo y deportivo, deberían ser parte de movimientos separados a estas marchas tan globales, para que lo que es innegable no sufra trabas por causa de lo que puede ser discutible. La prioridad siempre es la paz. El problema es que las mujeres del 8 de marzo, los sindicalistas del 7 de marzo y los docentes del 6 de marzo son argentinos. Y ahí reside la imposibilidad para la solución cualquier problema tratando de usar la razón. Como es costumbre, todo comienza bien y termina al estilo argentino. Pruebas en fotos.