Miles de historias de amigos podrían ser modelo no sólo para obtener pautas de cómo debe ser una amistad para nuestra propia vida, sino para fijar como ideal de convivencia en una sociedad.
Primero, revisar en Diario 5 acerca de la amistad más grande que existió y otras altamente destacadas. Luego, comprender que, como bien sabemos que no todo lo que brilla es oro, existe un reflejo casi exacto aplicable la elección que hacemos de las personas con la que nos rodeamos y compartimos nuestras horas, especialmente en la infancia, la adolescencia y la juventud.
Por supuesto que nada quita la posibilidad de que nos equivoquemos eligiendo amigos siendo adultos. Ocurre que -en un caso así- ¿quién va a venir a hacernos una observación de guía sin sentir o sin tomar en cuenta que -diga lo que diga- el error cometido es pura y exclusivamente nuestro?
Y ya que estamos, en el día del amigo, aflojemos con la actitudes de rechazo a ciertos miembros de nuestra sociedad. Un caso: Mariela, la seudoinfluencer de 24 años (ninguna nena) a quien lo que más se le escuchaba decir era la expresión «la yuta», acompañada de numerosos displacenteros epítetos de descalificación a la institución policial y a los miembros de «la Fede», «la Bona» y «la Porte».
Una noche, tras discutir con el novio, un troglodita que se fue ofendido y la dejó a diez cuadras de su casa, en ese periplo se le abalanzó un larigo con claras intenciones de interpretar el violín. Ella comenzó a pegar algunos gritos, pero recién cuando vociferó «Polícía!», salió de una puerta de esa cuadra, un tipo que con cuatro ágiles movimientos, la liberó, maniató al abusetti y llamó al comando para que se lo lleven.
¿Hace falta aclarar a qué se dedicaba el hombre que la salvó de -vaya a saber- cuántos daños?