Atrasamos.
Hay mucha ideología cruzada. La mayoría, en una condición que devela que la cantidad de argentinos perdidos en su propio criterio sobre qué hacer con los jubilados, invita a la reflexión: cómo hacer para que «todos estos otros», también sean reflexivos. Nos zambulliremos en un ámbito de pura neutralidad (o, más bien, bronca contra la inoperancia de la mayoría de las fracciones ideológico-políticas de la Argentina).
Que de una buena vez por todas se imponga la lógica política de la madurez por encima de lo que reflejan las fotografías.
Mucha atención a este asunto:
No nos jactamos mucho de no estar de acuerdo ni con el gobierno ni con la oposición.
Pero nos enorgullecemos.
Entendemos que ambos (gobierno mileísta y oposición peronista-kirchnerista) pasaron muchos límites.
Y ocurre un fenómeno que nadie quiere ver con profundidad: Los insultos mutuos y las chicanas sin límite hablan de que ambas tendencias ideológicas tienen razón acerca de lo que dicen de la otra. En la destrucción final y definitiva de la Argentina que comienza a producirse tras el golpe sindical-institucional que obligó a Alfonsín a dejar el gobierno, la culpabilidad del liberalismo que tuvo en sus manos en país en los años de Menem, De la Rúa y Macri es fue equitativa con la otra culpabilidad atrubuíble a Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández. Todos llevaron sus pragmatismos a un extremo cuando el país se encontraba orientado hacia la política contraria.
Nadie se da cuenta de que se necesita alguien que, antes que nada tenga visión de equilibrio. Pero nos encanta ver que lo primero que demuestra una autoridad electa es «poder sobre el poder».
Y después vemos qué ideas trae.
Ay, mis queridos! Recordar que tenemos una nación, también podría formar parte del plan.