Cada vez es más fuerte la certeza de que las teorías preventivas desatendidas, recobran valoración cuando hay un muerto. No es una excepción a la regla -a partir de la difusión de todos los detalles conocidos acerca de la muerte de un camionero en Daireaux- la ahora repetida recordación que asegura que para ejercer sin sobresaltos la actividad de transportista, manejando un camión a lo largo del país, hay que estar, como mínimo, al tanto de los «históricos» códigos de la mafia.
El resumen es el siguiente:
Un camionero quiso esquivar un piquete realizado por otros camioneros. Estaba en contra del corte y quiso pasar con su carga por su propia necesidad.
En este punto es importante aclarar que no se trata de una división de criterio entre empleados de una empresa, por lo que no cabe la opción de considerar al rebelde como «carnero». Aquí no hay empleados. Quizás el concepto de «rompehuelga» podría salir a la cancha y ser discutible. Lo importante es que todos o la inmensa mayoría de los involucrados son lo que se dice «empresarios», es decir, tipos de laburo pero no sometidos a nada ni nadie. Aclarado el punto, seguimos.
A los que estaban cortando la ruta se les voló la gorra cuando el no alineado decidió seguir viaje. Lo siguieron y lo apedrearon con la idea de generarle algún daño. Lo consiguieron al 100% , ya que el piedrazo lo dejó inconsciente, el conductor volcó y murió. Obviamente, lo mataron de manera indirecta.
Los criminales apuntan a cubrirse con que el colega al que asesinaron, los había amenazado previamente con un arma larga.
Esta gente, como en otros ámbitos, se jacta de «tener códigos». Los códigos son una inclinación a respetarse, entre ellos, en aspectos poco vinculados con lo auténticamente ético: ceder el paso al cumpa más vulnerable en la ruta, aceptar las prioridades que un par demostró tener para la compra de un producto valioso y escaso para ejercer la actividad y no involucrarse en «líos de polleras» ni correr tras la ex de un camarada, son parte de las normativas tácitas que estos muchachos aceptan poniendo su honor en juego.
Ninguno de esos códigos resiste una auditoría moral
Dados los datos, el resultado final de la situación ofrece dos opciones: o sólo los asesinos son mafiosos o -en su defecto y obligados a incluir a la víctima, que los habría amenazado con una carabina- los mafiosos eran todos, sin excepción.
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