Es que con el burraje no hay que aflojar. Porque cuando la poli mete garra y se la juega en la calle, los hipócritas miran con lupa. Que si levantan la voz, que si llevan el fierro listo, que si actúan ‘demasiado rápido’… Pero cuando toca reconocerles lo que ponen en juego cada día, ahí muchos miran para otro lado.
Mientras algunos lloran por el “rol de la mujer en la sociedad” pero las dejan de adorno, la Policía de la Ciudad las puso bien al frente. Estandin Oveiyon, señores! Cinco mujeres llegaron a la cúpula de la fuerza, no por ser mujeres, sino porque son las mejores. Se ganaron el puesto. En ningún caso se lo regalaron.
El propio Jorge Macri lo dijo clarito en enero cuando presentó esa cúpula: hay decisión política de fortalecer la cana, porque los porteños no pueden andar a la buena de Dios mientras los chorros hacen fiestita. Waldo Wolff, el ministro que no se anda con vueltas, lo remató con un mensaje a la Justicia: basta de blandura con los asesinos de policías.
Y no nos olvidemos: doce policías fueron asesinados en los últimos tiempos y en la mitad de los casos ni siquiera hay detenidos. Doce familias destrozadas. Doce tipos que se jugaron por todos nosotros y no volvieron a casa. ¿Y los que los mataron? Algunos ni siquiera están tras las rejas.
Ahí estuvo Wolff, con tipos del gobierno, el jefe y subjefe de la , Pablo Kisch y Jorge Azzolina, en Palermo, donde está el monumento a los caídos. Un homenaje que no es un trámite. Es un recordatorio de que los ratis dejan la vida en la calle y merecen respeto.
Así que sí, hay que celebrar cuando un cana hace lo correcto. Y hay que levantar la voz cuando se los ningunea o, peor aún, cuando caen en combate y nadie se acuerda. Porque si la Policía de la Ciudad no afloja, el resto tampoco debería.