Está bien desconectar. Es sano, necesario y cada vez más urgente. Pero también es cierto que no podemos remar contra la corriente tecnológica como si fuera un enemigo. La iniciativa “Aprendé a desconectar” dentro del concurso Hacelo Corto acierta al plantear el problema desde la creatividad y el pensamiento crítico, sin caer en el moralismo fácil.
El uso excesivo de pantallas tiene consecuencias reales, sobre todo en chicos y adolescentes. Pero eso no significa que la tecnología sea el problema en sí. Lo que falta muchas veces es criterio, pausa, conciencia. No se trata de apagar todo, sino de aprender a encender lo que vale la pena. Porque si bien desconectar es necesario, también lo es saber conectar con lo que nos potencia, nos informa y nos vincula.
Ningún extremo sirve. Ni el rechazo total ni la dependencia ciega. Lo que necesitamos es educación digital, espacios de reflexión y -quizás- propuestas como ésta, que abren caminos. Nunca fue fácil pensar algo en función de todos sin señalar. Si nos zambullimos a crear, hay que evitar la ostentación y la soberbia política del «sólo con nosotros se puede lograr»
Hay muchos «primeros pasos» cuando se está decidido a dar millones de ellos. Y no es un mal arranque entender que la tecnología no es el fin sino una herramienta. El gran paso al futuro será definir cómo la usamos.