Fernando Báez Sosa puede transformarse en un símbolo de la búsqueda de una paz que la sociedad anhela desde que , a partir de la Democracia definitiva, nos hicimos cargo de nuestra propia convivencia sin la intervención de nadie que nos diga cómo tenemos que manejarnos.
Una oportunidad para bucear el Código Penal
Toda la Argentina está pendiente de lo que ocurre en los Tribunales de la Ciudad de Dolores, donde se juzga a ocho adolescentes por la muerte de un par.
La singular atención que ayer atrajeron las declaraciones de los padres de los ya casi condenados autores del aberrante crimen, sus congojas, su confesiones de sentirse devastados, sus vergüenzas, su estado de incredulidad acerca de qué es lo que ven que han hecho sus hijos, sus pálidas afirmaciones asegurando que ellos no son unos asesinos y algunos otros ángulos humanizados de las familias de los -definitivamente- ex-pseudorugbiers, abre ventanas hacia los cuatros vientos.
¿Los padres sienten dolor cuando los hijos de les van de las manos?.
¿Son, a su vez, los padres los que celebran los triunfos enorgullecedores de sus hijos?
Tal como lo hicimos el 4 de enero, volnemos a preguntarnos: ¿Qué habría pasado si los asesinos de Fernando hubieran sido menores de edad?
Debatamos de una vez y para siempre qué podemos hacer para desterrar la opción de que cualquier crimen quede impune.
El tema son los padres.
Cuando hay logros de chicos, detrás hay padres. Cuando los chicos son solidarios ¿quién duda de de la educación que recibieron de los padres?
– ¿Y cuando los chicos les pegan a otros chicos?
– Epaaaa!
– ¿Y cuando mienten para desvincularse de una travesura en el colegio?
– Ay ay ay… ¿qué dilema no?
Atención papá y mamá a la siguiente parte de la crónica:
Llegamos a encontrar chicos que roban porque tienen amigotes que los preparan para eso y otros que están tan carentes de un seno familiar que los contenga y van probando falopitas de a una y se largan a revender, para mejorar un poco su situación económica, la mayoría de las veces, tristísima. La instancia siguiente es la de quemar naves y etapas, muchas veces con apenas 15 o 16 años, entendiendo lo dificultoso que les resulta mantenerse en el camino para una formación como persona, es decir, una educación básica y general como la que brinda la escuela.
El crack que les arrebata el boleto de regreso es cuando encuentran -si les sale más o menos bien de entrada y las drogas no los depositan en escenarios peores, como la indigencia y en estado vulnerabilísimo de salud- que pueden cumplir algunos objetivos efímeros en las diferentes ramas de la delincuencia, cuyos códigos actuales, aparentemente, rompieron con las pautas históricas del hampa, que recomendaban que todo asalto, robo, estafa o hurto se perpretara sin causar daños.
En algunos casos, los padres están un poco ajenos a vicisitudes como la que se acaba de describir. En otros, demasiado ajenos.
LA LEY DE RESPONSABILIDAD PENAL AL NACER UN HIJO
La actual garantía de inimputabilidad de los menores al cometer un crimen quedará sólo a criterio de os magistrados correspondientes cuando se trate de un delito cometido por un o una joven de quien se conozca a ciencia cierta que no tiene padres en vida, libre de procesos penales, sanos y registrados por el Estado Argentino como ciudadanos o residentes en el territorio nacional.
El porcentual de chicos en la condición descrita es realmente muy pequeño en comparación con el que refiere a la población que, sin haber alcanzado los 18 años de edad, tiene a su progenitores aún incorporados a la vida activa.
Se trata de un natural compromiso de madre y padre al registrar a su hijo como ciudadano argentino.
La satisfacción de ser padres deberá ir de la mano con la responsabilidad que implica que si sus hijos -mientras sean menores de edad- no estarán exentos de ser cuestionados por ley alguna, hagan lo que hagan, ese peligroso agujero debe ser cubierto durante 18 años por alguien que se haga cargo ante la ley.
Salvo que el juez determine algún cambio, las eventuales responsabilidades penales de las mujeres menores de edad corresponderán a la madres y las de los varones, a los padres, mientras que en los casos de culpabilidades probadas en hijos adoptivos o de parejas de matrimonios igualitarios, será también el juez quien derive la carga de lo punible a un padre, al otro o a los dos.
Los detalles para los juristas. Lo importante es que exista una manera de que tengamos la certeza de que las estructuras familiares comiencen a contener la oleada de pibitos que salen a cometer delitos con la aterradora seguridad de que si le quitan la vida a una o más personas, el Estado, como demasiado, lo derivará a los institutos de menores, que -más allá de todo el esfuerzo que implica mantenerlos y los excelentes profesionales que allí trabajan- han demostrado que no generan una solución real al problema de la delincuencia juvenil.
Padres responsables, hijos adorables.
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