
En tiempos en que Buenos Aires era todavía una gran aldea, estas conmemoraciones cívicas convocaban multitudes en la Plaza Mayor y otros espacios públicos como El Retiro, actual Plaza San Martín. Duraba tres días: del 23 al 26 de mayo. Una litografía representa la celebración de las fiestas mayas en su epicentro: la Plaza de la Victoria, tal como podía verse desde la Recova Vieja hacia la Catedral, en el año 1841. Esta obra, contemporánea a los hechos representados, ofrece un valioso testimonio visual de cómo se vivían las fechas patrias durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas.
Se identifican construcciones hoy desaparecidas o modificadas: la Catedral aún sin su frontispicio actual (agregado en 1861), el antiguo edificio del Departamento de Policía (ya inexistente) y, aunque fuera de cuadro, el Cabildo. La plaza aparece como un espacio llano, sin mobiliario urbano, ideal para el despliegue de actividades cívicas y festivas. En el centro se erige la Pirámide de Mayo original, con banderas celestes y blancas coronando su cima y guirnaldas que la rodean. Es importante señalar que esta Pirámide aún se encontraba en su emplazamiento original, en la Plaza de la Victoria, que junto a la del Fuerte conformaban las dos plazas divididas por la Recova Vieja (hoy unificadas como Plaza de Mayo).
Rodeando la pirámide y en los bordes de la plaza se desplegaban estructuras provisorias, como arcos ornamentales y tablados. Se destacan un globo cautivo embanderado, ruedas de fuegos artificiales y dispositivos triangulares para pirotecnia. Frente a la Catedral parece haber un escenario que sugiere presentaciones públicas o discursos.
Dos cucañas o palos enjabonados ocupan lugares destacados: una a la izquierda, en primer plano, y otra detrás de la Pirámide, próxima a la Catedral. En sus cimas, niños sostienen premios. También puede verse, hacia la derecha, un probable “rompecabezas”: vigas móviles sobre pivotes, que los participantes debían atravesar para alcanzar una recompensa.
Viendo los públicos y personajes representados, obtenemos una buena aproximación al conocimiento de la población urbana de la ciudad, por entonces. Se observan grupos elegantemente vestidos, con mujeres en compañía de varones, luciendo vestidos con peinetones o sombreros, y hombres con levita, galera y bastón. Estas figuras representan con claridad a la élite porteña, en actitud de conversación o contemplación de los juegos y festejos.
Y la población rural también está visible. Se destaca la presencia de varones con ponchos, chiripás, gorros federales y sombreros. Probablemente sean gauchos de zonas periféricas u “orilleros”. Se agrupan con entusiasmo en torno a los juegos como la cucaña. Algunos están a caballo, y aparecen niños en actitud lúdica. Llama la atención la ausencia de figuras negras identificables, lo cual es contradictorio con el espacio que Rosas solía otorgarles en las celebraciones públicas.
Aunque los sectores urbano y rural no interactúan entre sí en la escena, comparten el espacio público. También hay figuras con vestimenta militar, tanto en el primer plano derecho como hacia el centro de la plaza. El público no se limita a la planta baja: en balcones y azoteas, típicos de la arquitectura porteña, también se concentran espectadores.
Vayamos a las manos creadoras de los documentos artísticos e históricos que nos permiten conocer detalles de estas celebraciones nacionalistas imposibles de igualar en la actualidad.
Uno de los testimonios visuales más importantes que documentan estas celebraciones es la litografía «El Retiro» (1841), del artista franco-argentino Charles Henri Pellegrini. Ingeniero, arquitecto y litógrafo formado en Francia, Pellegrini se radicó en Buenos Aires y es considerado uno de los pioneros de la litografía en el Río de la Plata. Además, fue padre del futuro presidente Carlos Pellegrini. Su obra permite imaginar el ambiente festivo y multitudinario en que se desarrollaban los festejos, con puestos de entretenimiento y público de todas las clases sociales. En esta imagen se plasma una celebración popular típica del campo, con una carrera de sortija como actividad central. El arco de medio punto, coronado por la bandera nacional y del que cuelga la sortija, ocupa el centro de la composición, con público observando expectante. Se distingue un grupo socialmente mixto, donde conviven figuras de la elite, militares y gauchos.

Otro aporte visual clave proviene del artista italiano Alberico Isola, radicado en Buenos Aires y activo como litógrafo durante la década de 1840. En 1844 publicó una obra dentro del «Álbum argentino» que muestra otra faceta de las Fiestas Mayas: el acto cívico y el desfile militar. Representa una Plaza de la Victoria colmada de tropas en formación, con la carroza de Juan Manuel de Rosas desfilando en primer plano. La escena se desarrolla en el mismo espacio urbano que la obra de Pellegrini, pero desde una perspectiva opuesta: desde la Catedral hacia la Recova Vieja. La plaza aparece ornamentada con banderas azules, blancas y rojas, estructuras efímeras y la Pirámide de Mayo en el centro. Se reconocen edificios como el Cabildo, la Recova Vieja y Nueva, y la iglesia de Santo Domingo. El público se reparte entre los bordes, los juegos y el interior de la plaza, con presencia de milicianos, mujeres, niños, cabalgadores y espectadores en balcones embanderados.
Incluso Carlos Gardel, en su interpretación del gato patriótico «El sol del 25», remite a la tradición de esperar la aurora del 25 entonando el Himno al pie de la Pirámide. La letra, compuesta en ocasión del Centenario en 1910, deja ver cómo se mantenía viva esa costumbre aún en el siglo XX.
Aunque en la actualidad los festejos escolares han reemplazado aquella efusividad popular y los tabladillos dieron paso a actos protocolares, recordar las Fiestas Mayas del pasado ayuda a entender cómo se vivía la patria en comunidad. La tradición, narrada por cronistas y artistas de la época, sigue siendo un espejo donde reconocerse.
Pellegrini representa una versión más periférica de las fiestas, en la zona abierta de El Retiro. Este espacio permitía prácticas propias de la campaña, como la carrera de sortija. El arco de medio punto, coronado por la bandera nacional y del que cuelga la sortija, ocupa el centro de la escena, con público observando expectante. Se distingue un grupo socialmente mixto, donde conviven figuras de la elite, militares y gauchos.
Tres años después, el italiano Alberico Ísola, radicado en Buenos Aires, publicó en 1844 una litografía que muestra otra faceta de las fiestas mayas: el acto cívico y el desfile militar. Su obra aparece en el Álbum argentino, y representa una Plaza de la Victoria colmada de tropas en formación y un desfile encabezado por la carroza de Rosas. La escena se desarrolla en el mismo espacio urbano, pero vista desde el ángulo opuesto al de Pellegrini: desde la Catedral hacia la Recova Vieja.
La Plaza aparece ornamentada con banderas azules, blancas y rojas, estructuras efímeras, y la Pirámide en el centro. Se reconocen el Cabildo, la Recova Vieja y Nueva, la iglesia de Santo Domingo y edificios altos como los de Urioste. Nuevamente, aparecen dispositivos de juego similares a los ya representados.
Las formaciones militares —milicias y mazorqueros— rodean la plaza. La carroza de Rosas avanza escoltada, mientras distintos grupos de público se reparten entre los bordes, los juegos, y el interior del espacio. Se distingue población urbana y rural, mujeres, varones, niños y cabalgadores. El balcón de la derecha, embanderado, alberga a más espectadores.
