Si la noticia es que Buenos Aires se posiciona como referencia educativa en el país y que sus resultados hayan sido superiores al promedio nacional en una evaluación comparativa, debería ser acompañada por un trabajo interprovincial que iguale hacia arriba.
La participación de la Ciudad de Buenos Aires en PISA 2025 es parte de una trayectoria que comenzó en 2012, cuando se incorporó como jurisdicción autónoma dentro del operativo internacional.
Ya en la edición 2018, la Argentina como país mostraba un desempeño estancado y desigual —con más del 50% de los estudiantes sin alcanzar niveles mínimos de competencia en Matemática y Ciencias. Que la Ciudad haya logrado ubicarse por encima de ese umbral, tiene que ser la vara inmediata en las metas educativas del país.
A pesar de esa ventaja interna, los pibes nuestros no alcanzan niveles de excelencia comparables con los países líderes del ranking. En 2022, la tendencia se mantuvo y Buenos Aires volvió a participar con una muestra ampliada de 80 escuelas. Se estima que, en la próxima publicación de resultados, la capital que mantenga su posición relativa de vanguardia nacional.
El foco de PISA 2025 estará puesto en Ciencias, un área que históricamente resultó complicada para los estudiantes argentinos. El informe de 2018 ya advertía que el aprendizaje en esta disciplina era bajo y que la profunda brecha entre estudiantes de nivel socioeconómico alto y bajo, emperoraba. Por eso, la participación de la Ciudad cobra relevancia tanto por sus resultados como por su posibilidad de obtener datos comparables y que todo el país defina políticas públicas más ajustadas a las realidades locales.
La muestra de este año incluye 75 escuelas porteñas, seleccionadas por la OCDE con criterios estadísticos que -según aseguran- garantizan representatividad.
Este lunes 1º ya comenzó la evaluación y seguirá hasta el 12 de septiembre. Se miden habilidades en Lectura, Matemática y Ciencias en estudiantes de 15 años, independientemente del tipo de secundaria que estén cursando.
¿Es una radiografía del sistema?
Por supuesto. Como tantas otras que. la mayoría de las veces, ni percibimos que lo son.
PISA es conceptual, es decir, no mide contenidos curriculares, sino la capacidad de los estudiantes para aplicar lo aprendido en contextos nuevos. Nada raro. Más bien se parece a cuando la Educación el la Argentina no tenía discusión. En otras palabras, evalúa si los chicos pueden pensar, resolver problemas y adaptarse.
Ahí puede renacer la discusión reduccionista acerca de dónde está lo importante a la hora que comprender si hemos «educado» o «formado» correctamente a un alumno.
¿Importa la nota?
Como vivimos una real transformación educativa -y a pesar del carnaval de métodos educativos de dudoso resultado basados en métodos tecnológicos de uso y aplicación «amigables»- no está mal que muchos se inclinen por considerar que pensar y resolver es mucho más que una nota en una prueba.
Si el resultado es efectivo, claro.
De lo contrario, el método novedoso aplicado será venta de humo, como la mayoría de la innovaciones académicas argentinas desde 1989.