
La Libertad Avanza se impuso en las elecciones legislativas de la Ciudad de Buenos Aires de este domingo 18 de mayo y, para algunos sectores dirigenciales, aún sigue resultando un escenario político sorprendente. Con Manuel Adorni a la cabeza, la agrupación obtuvo el 30,1% de los votos, consolidándose como la principal fuerza política en el distrito que históricamente fue bastión del PRO.
No obstante el cimbronazo, el ultra difundido oráculo de que estamos ante un cambio de liderazgo político en la Ciudad debe ser tomada con delicadísimas pinzas. Nadie obvia la evidencia de que el resultado refleja un fuerte respaldo a la gestión del presidente Javier Milei en el territorio electoral. Lo que sería una estupidez es hacerle caso a la circunstancial tendencia de los tremendistas de dar por muerta a la fuerza amarilla. Incluso hasta dando por consolidado el avance del espacio libertario en el ámbito porteño.
Por supuesto que este triunfo de LLA representa un revés significativo para el PRO, que tras dos décadas de hegemonía quedó relegado al tercer lugar con el 15,9% de los votos, liderado por Silvia Lospennato. Es más: es uno de los capítulos pendientes del terremoto político que barrió con Juntos por el Cambio en 2023, del que el Pro fue su mayor responsable y por el que les faltó un gran mea culpa tras haber marchado hacia la campaña presidencial de ese año con una soberbia triunfalista inaceptable. Fue algo casi tan estúpido como los abrazos en el equipo de fútbol al que le dieron un penal: no hay nada mejor para fortalecer el amor propio y el ímpetu de cualquier arquero que un festejo anticipado del rival.
Por otro lado, la coalición Es Ahora Buenos Aires, encabezada por Leandro Santoro, logró el 27,4% de los votos, dándole pie dándole pie a cientos de análisis superficiales que hoy -literalmente, con el diario del lunes- asegurar que EABA se consolidó como la principal fuerza opositora. Inconsistente, incompleto e inexacto. En realidad, al tratarse de la alianza motorizada por el kirchnerismo, el santorismo mantuvo -y hasta bajó- los porcentuales básicos de votos que las estructuras peronistas suelen tener en Buenos Aires. Está claro que el impacto de esta elección no sólo modifica la correlación de fuerzas en la Legislatura Porteña, sino que también proyecta un nuevo panorama de cara a los comicios nacionales de octubre.
En cuanto a la distribución geográfica del voto, la Libertad Avanza se impuso en 9 de las 15 comunas de la Ciudad, especialmente en las zonas norte y centro, mientras que Es Ahora Buenos Aires prevaleció en las restantes 6 comunas del sur porteño. Este mapa electoral revela, por ahora, un cambio de preferencias en sectores que anteriormente respaldaban al macrismo.
La jornada electoral también estuvo marcada por una participación baja, alcanzando solo el 53% del padrón. Esta cifra, una de las más bajas en la historia electoral porteña, plantea interrogantes sobre lo que algunas consultoras de liviana capacidad de definición en temas profundamente sociales consideran una «desconexión de la ciudadanía con el actual contexto político y las propuestas presentadas». Otros (mucho más banales) afirman que «como la gente está harta de los políticos», parecería quedar justificado que nos encontremos con la deserción de tantos irresponsables a registrar en una urna quiénes deben ser autoridad de algo en su propio país.
Varias implicancias políticas, probablemente, se irán sumando y amalgamando conforme nos acerquemos a la elección legislativa nacional. Pero está claro que la que hoy ocupa las tapas de los diarios es que, con este resultado, La Libertad Avanza se convierte en la segunda fuerza en la Legislatura de la CABA, mientras que el peronismo pasa a liderar la oposición.
El PRO, en tanto, deberá replantearse su estrategia tras perder el dominio político que mantuvo durante casi veinte años. Y podemos prever que lo logrará, a pesar de encontrarse hoy en un túnel humeado y ruidoso. Las grandes estructuras partidarias lastimadas en comicios -a diferencia de cuando un gobierno fracasa- suelen encontrar voluntarios con vocación de cohesión entre copartidarios con pensamientos afines.
El tiempo pos Milei será el de la búsqueda de dirigentes que puedan ofrecer un perfil ajeno a la corrupción que nos arrasó durante décadas y también lejano a la imagen de
Es lógico que, en medio de la celebración, no resulte tan fácil avizorar que la victoria de Adorni y el avance de Milei en Buenos Aires encontraron su límite. Sí anticipan un nuevo escenario político para las elecciones generales de octubre, donde el oficialismo nacional buscará consolidar su poder, mientras las huestes macristas reorganizan las fuerzas con las que recuperarán el terreno que muchos ya dan por entregado al mileísmo.











