En tiempos en que la gilada los apunta con el dedo por cualquier cosa, tres ratis de la Ciudad hicieron lo que corresponde, pero esta vez se llevaron el aplauso que merecen. No transaron con un par de cacatúas que querían zafar con unos morlacos y, en vez de hacerse los distraídos, los metieron en cana. ¿Premio por hacer lo que tienen que hacer? Sí y qué.
El asunto pasó en un control de la Policía de la Ciudad en la autopista Ricardo Balbín. Frenaron una Toyota Corolla Cross y el conductor, peruano, sin papeles, tiró la clásica: “¿No se puede arreglar de otra manera?”. Sí, amigo, se puede: con un patrullero de taxi directo al zobolaca. La jodita no terminó ahí, porque al ratito pintó la segunda función del circo: una minita con la misma historia: que el bautismo, que no se puede perder la fiesta… Lo que se perdieron fue la libertad, porque los polis los empacaron sin escalas.
El Ministro de Seguridad, Waldo Wolff, les entregó una distinción a los agentes Juan López, Jorge Ezequiel Schaab y Silvana Benítez por no venderse al billete fácil. Y ahí saltó la polémica: que si los canas tienen que hacer esto sin esperar una medalla, que es su laburo, que blablablá. ¿Y cuándo los basurean, los escrachan en marchas, los obligan a gritar «Alto, Policía» mientras cualquier rocho paqueado ya les apunta en la frente? Ahí nadie dice nada.
Porque es fácil bardear a la gorra cuando las papas queman en los operativos pero cuando te chorean el celular, la moto o encañonan a tus hijos en la puerta de tu casa, ahí sí se les cae el documento de identidad para pedir ayuda. Y si encima de bancarse al troglodaje y el destrato, estos pibes se plantan y hacen lo correcto, ¡que les den la cucarda! No por hacer lo que tienen que hacer, sino porque en la Argentina, donde se viene premiando al chorizo y castigando al que labura, un poco de reconocimiento no viene mal.
A llorar a la iglesia. O mejor, al bautismo.
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