Naturalizando

Ya estamos acostumbrados. Y parece que la forma en que se disparan agresiones los candidatos es lo que debería ser. Aparte de que no son ni mínimamente potables. Ninguno de ellos. Y si los consideráramos como tales es porque les tenemos una simpatía que -obviamente- trasciende la objetividad de juzgar sus capacidades, a promedio 3% de lo que deberían tener para cumplir algún cargo en nuestro nombre.

Hay que tener mucho cuidado conla interpretación que se le da a esta observación de las formas en que los contendientes de la política en la Argentina axhuben sus talentos competitivos. Y mucho más especial cuidado frente a la falsa tendencia a considerrar que criticar a la clase dirigente es erigirse en la antipolítica. Ya hemos hecho una alusión a un miembro de una de las asociaciones a las que pertenece el grupo de trabajo Ensamble 19 / Radio Clásica / Diario 5, absolutamente fanatizado con defender el ejercicio de la política como única alternativa ante las necesidades de la sociedad de mantener ordenadamente todos los aspectos que hacen a la convivencia y al mantenimiento del patrimonio común, es decir, la Patria.

Obvio, hermano!

No existe ninguna vía posible para asumir el valor del todo que significamos todos, que no sea ejercer políticamente el deseo, las conquistas y los efectos de alcanzar los honores de gobernar. El problema es otro: nadie puede conocer tan en profundidad a una persona que, una vez encumbrada, pueda disparar una o cientos de miserias humanas, no porque necesariamente haya demostrado ruinmente tenerlas antes de pedir un voto, sino porque las incubaba sin saberlo, ya que existen múltiples factores que pueden hacerlas salir a la luz.

Nombremos sólo dos, para comprender de qué se trata cuando un funcionario, varón o mujer, se adelanta al cansancio que -de manera natural- suele sentir la sociedad luego de un buen tiempo en que un jerarca les resulte una figurita repetida que no brinda resultados:

– inmadurez afectiva (terrible cuando a un pueblo le toca alguien así) puede ser uno de los factores. ¿quién puede asegurarlo? ¿y qué sucede cuando un partidario de ese personaje quiere defenderlo? Está en todo su derecho de hacerlo. Nunca hay pruebas de que el problema que la persona señalada genera, tenga origen en su condición inmadura. Esto quiere decir que podríamos tener razón pero decirlo es cuasi pecaminoso y poco comprobable de condecirse con la exacta realidad. Abandonemos la opción de acusar a un político de este mal, ya que tendremos incómodas reacciones de la gente que lo apoya. Especialmente en redes sociales.

– Contención disimulada de la ira. ¿qué creemos? ¿Acaso que los dirigentes que nos simpatizan nunca caen en tal conducta? No es nuestra intención ser demasiados descorteses con la imágenes de los últimos ocho presidentes argentinos (los que estuvieron por lo menos una semana en el Poder) pero, lamentablemente, hay mucha documentación de lo agresivos que son o fueron en sus vidas privadas. El sólo pensar que en el ejercicio del Poder, sus personalidades trocarían a las de los héroes de los cuentos de hadas, nos haría tan ingenuos que nosotros también mereceríamos un lugarcito en Hollywood.

El problema no son ellos. Somos nosotros. Cada vez que algo pasa a la instancia de ring entre dos contendientes ideológicos, hacemos pochoclo, nos acomodamos en nuestro sillón para conocer los detalles de la pelea y comenzamos a poner nuestro corazoncito a favor de alguno de ellos. La más que nunca acorde teoría que la culpa no es del porcino sino de quien lo alimenta y lo estimula, saca pecho cuando de política se trata.

Vamos naturalizando la suciedad de la campaña y del devenir de la función pública.

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