La fiebre del aluminio. El objetivo actual, para el que se requieren un par de maniobras dañinas, son los pedales de aluminio de los recipientes callejeros.
Cortar y robar la barra de aluminio que oficia de pedal para abrir los contenedores de residuos, es un acto que reubica la situación de miserabilidad por la que pasa la sociedad, en un nuevo casillero -cada vez más infranormal- que alimenta la resignación y la impotencia, llevándolas hasta extremos desconocidos, aunque siempre asumiendo que podrían existir más y peores muestras de nuestra poco reconocida decadencia.
Al principio creímos que se trataba de un caso aislado, hasta que recorrimos varias calles de las Comunas 1, 2, 3 4 y 5 y nos encontramos con que «el cortecido» se repite en decenas de los recipientes que las empresas ponen, de a dos por cuadra, para que los vecinos arrojen la basura.
Debido a que en los últimos dos meses se puso la lupa contra el robo de bronce (y se clausuraron algunas metaleras) la «operatividad» parece haber trocado hacia un nuevo producto, que parece encontrarse en plena etapa de estallido: «La fiebre del Aluminio».
Se hace todo cada vez más difícil.
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