No debe ser tan difícil. Cuando la existe una posibilidad de dejar para las generaciones venideras información concreta de nuestra historia, debemos entender que también sera la historia de ellos. Todo lo que rompamos nosotros, nuestros descendientes no lo verán, no lo entenderán y no lo tendrán en su memoria como existente alguna vez.
Por supuesto que no en toda la Ciudad de Buenos Aires tuvimos la posibilidad de conservar pruebas históricas como la que se puede apreciar con las cerámicas de los carteles de identificación en las estaciones de subte. Cumplido eso, de la visibilidad del nombre «Canning» a que un joven pregunte el por qué de ese cartel, hay un paso. Y, por supuesto, responderle que el nombre original de la estación se correspondía con el de la actual Av. Scalabrini Ortiz, es un acto cultural.
Necesitamos la mayor cantidad de disparadores de eso «actos culturales». Si comprendemos que la historia es el cimiento del devenir ciudadano, tenemos que estar muy atentos en no descuidar los cimientos, porque sin ellos, tarde o temprano se derrumbará lo que creemos haber construido correctamente por el sólo hecho de que «se lo ve bien» en su aspecto exterior.