Las autoridades de la línea de bandera de nuestro país demuestran que no tienen ningún inconveniente en experimentar fórmulas publicitarias poco propensas a alcanzar la efectividad que una empresa de gran envergadura debería perseguir, para que la inversión realizada en una campaña masiva no caiga en saco roto.
Al tratarse de una empresa estatal, libre de auditorías demasiado estrictas cuando un directorio «compra» la idea de una agencia especializada en comunicaciones, la firma del visto bueno se estampa sin miramientos que compliquen la nueva aventura de ir por una muestra que los siga haciendo sentir lo que no son: «revolucionarios».
La agencia es muy reconocida a nivel internacional y -estableciendo un buen argumento de venta, como suelen hacer las compañías de comunicación jerarquizadas- planteó una campaña con cierta cercanía ideológica con los contratantes. De hecho, todas las agencias de publicidad que trabajaron para los gobiernos argentinos desde hace 100 años, aplicaron la misma estrategia.
El efecto final es incierto y siempre se puede alcanzar algún resultado. Victoria Zerdá, de Liebre Amotinada celebró el trabajo realizado en LinkedIn. Y es válido, porque la creatividad existió. Pero es muy probable que una compañía privada de aviación le habría puesto unos cuanto peros a una campaña de esta índole, antes de gastar el dinero que AA puso alegremente.
Al apuntar a un nicho de otro nicho, se achica tanto el espectro y la abarcabilidad del mercado, que deja afuera de la propuesta de pagar un viaje en cuotas a la gente que no consume mensajes infantiles.
Aerolíneas Argentinas viene de cometer un error publicitario garrafal hace apenas dos meses, cuando su agencia de publicidad le armó un flyer en el que incluyó al Paraguay como parte del territorio argentino y -como si todo fuera poco- pusieron el nombre de la Ciudad de Resistencia, en el punto del mapa que corresponde a Puerto Iguazú.
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