La actuación de Fito Páez en el teatro Colón completó la jornada histórica por el cumpleaños de Charly García.
Exultante, feliz, generoso, el tipo parecía querer multiplicarse para estar en todas partes al mismo tiempo. O, por lo menos, en todos los lugares donde él sabe que merecería estar. Primero, eligió dar el presente en el concierto en el CCK, con Charly en el escenario. Y cumplir con el prometido: tomarse un buen rato frente al público de Charly (el suyo, también, por demás) en el teatro Colón y demostrar que se puede ser Súper Fito.
Todo el concierto fue la confirmación de que el emblemático mensaje de Yo vengo a ofrecer mi corazón, era cierto.
Fito Páez tocó y cantó no sólo las canciones emblemáticas de la carrera de Charly García, sino que se jugó a reconstruir algunas piezas de orfebrería sonora de su amigo, demostrando -una vez más- esa capacidad ilimitada de producción musical con la que puede enfrentar, sin despeinarse, un repertorio casi completo de un artista ultraecléctico y sorprendente. Páez fue hasta el hueso con algunas de esas melodías bellas pero rodeadas de arreglos complejos, llenas de yeites, incluyendo temas cuyo peso en raigambre popular se mide en toneladas.
Fito se puso al hombro una tarea artística que no se animaría a emprender una mega producción internacional, de no estar integrada, por lo menos, por dos o tres agrupaciones básicas de fuerte calibre para repartirse las interpretaciones y algún team de cantantes solistas que pudieran aggiornar los pasajes sublimes que el tiempo fue petrificando en el sonar histórico de los discos, a las formas de 2021.
Del mismo modo en que se dice que en algunas modelos cualquier prenda la viste bien, Fito pasa por un momento en el que le queda bien cualquier forma de interpretar, tanto su producción autoral con las ajenas que elige. Incluso resolviendo con técnica los momentos complejos que exige el canto.
Enfrentar temas de Sui Géneris, La Máquina, Serú o de la monumental carrera solista de García, con esa sabrosa cercanía a los sonidos originales, tan atractivos en las bandas de homenaje, fue, quizás, la parte dorada del regalo que Fito le hizo al público en el Colón.
Lo demás, es de taquito para él. Es garantía como arreglador, tiene mucho rock, jamás abandona la impronta argentina y su piano ganó mucho vuelo en estos 40 años.
La rompíó.
El «olé olé olé olé Fitó Fitó» bajó de los palcos. Desbordado de felicidad envió un nuevo saludo a Charly y despidió a la privilegiada audiencia del Colón con un generoso «Hoy fui un canal».
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