• Diario 5 -Buenos Aires, sábado 7 de diciembre de 2024

En la Argentina, desde hace 73 años, para ser locutor hay que cursar 3 años en el ISER (u otros institutos autorizados). Al terminar, se obtiene el carnet de «Locutor Nacional». Yo lo hice y trabajé muchos años bajo esta normativa. Y en ella se establece que sólo los locutores y locutoras profesionales con el carnet habilitante pueden mencionar marcas en radio y TV, así como dar lectura a los informativos o decir la hora y la temperatura en la radio. Una estupidez. Hasta hace unos años parecía una medida verdaderamente justa con los miembros de un gremio.

¿Qué pasó, entonces?

Cuando comenzó a notarse que muchos de los profesionales nuevos ya no podían ofrecer una lectura sin afectaciones o, por lo menos, con la menor cantidad posible de ellas, entendí que tenía razón cuando pensaba que muchas de las técnicas que me habían enseñado en la etapa de estudiante de locución era tan, pero tan innecesario y banal para un buen desempeño en radio y TV que me sentí retroactivamente estafado por el Estado.

Desde nuestra perspectiva actual, las personas que leen correctamente o se manejan con soltura frente al micrófono pueden ejercer la locución profesional, como se observa en la República Oriental de Uruguay. Ocurre que está demostrado que, en la actualidad, hay locutores que trabajan muy a desgano, con pésima dicción, sheísmo (pronunciar la «y» o la «ll» como si se tratara de una palabra con «sh», o como si en inglés al apodo Joe, lo pronunciara «show»).
Aparte, cuando estaban diseminados unos 3.500 carnets de locutores en el mercado de los medios de comunicación, en todo el país, unas 270 emisoras de variada infraestructura cumplían con la normativa (perecedera, sin remedio) de emplear locutores que cumplían turnos para cubrir la transmisión durante las 24 horas del día. Hoy, sólo cumplen con esa rutina apenas 30 radios. Las demás, en semejante panorama de crisis, luego de la seguidilla de quiebras de empresas de radiodifusión y viendo el paupérrimo rol que se le sigue asignando a los locutores comerciales (decir al aire la hora y la temperatura) o -para los locutores redactores- haya cada vez menos informativos que los necesiten ¿quién se anima a decirles a esas empresas que están «inclumpliendo» con su virtual obligación de tener empleada a una plantilla completa de locutores, cuando hasta un chico de 6 años se da cuenta de que no hace falta para nada tener locutores para que la emisora funcione perfectamente, incluyendo la prehistorica defensa de la «estética de sus voces».

Es desconcertante observar cómo algunos locutores, que han pasado años en formación y han obtenido su carnet, demuestran una dicción deficiente y un tono de lectura que parece más apropiado para un niño que para un profesional. ¿Cómo es posible que estas personas hayan sido aprobadas por instituciones como el ISER o las demás academias habilitadas? La respuesta podría estar en la rigidez de un sistema que, en lugar de enfocarse en la verdadera calidad, se ha vuelto complaciente y desfasado.

En un entorno mediático en constante evolución, es vital reconocer que la habilidad para comunicar de manera clara y efectiva no depende de un papel oficial, sino de la práctica, la pasión y el talento natural. La insistencia en mantener un carnet obligatorio, cuando las competencias reales se pueden adquirir de manera más eficiente, parece cada vez más innecesaria y hasta contraproducente para la evolución de los medios.

Burlarse de los spots comerciales que, en  incluyen locutores pésimos es una tendencia cada vez más extendida entre quienes conocen sobre estos temas. Más allá de que se considere discutible su eventual justificación, hay un grupo de personas que se siente estafada porque entiende que jamás debió haber estado cursando esos tres años en el ISER en nombre de ir tras un otrora solemne y hoy absurdo carnet habilitante para ejercer la locución en medios audiovisuales de la Argentina.

No sólo estamos hablando de un oficio que se extingue a diario. Las numerosas demostraciones del poco apego que algunos detentores del tan mentado carnecito tienen con la lógica condición cultural de la locución, apura el final de un erróneo camino a la nada misma.

 

Carlos Allo

Editor de Diario 5 y Ensamble 19. Productor integral de Radio Clasica.

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