A propósito del Día Internacional del Agradecimiento, para establecer un panorama que abarque todo lo referido a un acto tan vinculado al Bien, propiamente dicho, lo espiritual no puede quedar afuera de la reseña.
El agradecimiento a Dios es un tema central en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
Y una práctica más que fomentada como factor de garantía de obtención de lo que pide es el agradecimiento por adelantado.
A lo largo de sus páginas, encontramos numerosos llamados a dar gracias, a reconocer las bendiciones recibidas y a expresar gratitud como una forma de adoración y conexión con el Creador. Este espíritu de gratitud atraviesa la relación entre Dios y su pueblo, revelando cómo el acto de agradecer no solo honra a Dios, sino que también transforma los corazones de quienes lo practican.
“El Señor te bendiga y te guarde; el Señor te mire con agrado y te extienda su amor; el Señor te muestre su favor y te conceda la paz.” (Números 6:24-26). Esta bendición, pronunciada en el contexto del Antiguo Testamento, refleja cómo la gratitud está implícita en el deseo de bienestar y paz que Dios ofrece a su pueblo. Reconocer su favor y agradecerlo es, en esencia, aceptar su cuidado constante.
“Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre.” (Salmo 107:1). Los Salmos son una fuente inagotable de expresiones de gratitud. Este versículo enfatiza la bondad eterna de Dios, un motivo fundamental para el agradecimiento. En el contexto bíblico, dar gracias es un reconocimiento de la naturaleza inmutable de Dios y de su amor incondicional.
“Entren por sus puertas con acción de gracias; vengan a sus atrios con himnos de alabanza; denle gracias, alaben su nombre.” (Salmo 100:4). Aquí, la gratitud se presenta como un acto de adoración. Entrar en la presencia de Dios con agradecimiento simboliza un corazón dispuesto a reconocer su grandeza y bondad.
En el Nuevo Testamento, la gratitud toma un matiz especial en la relación con Jesucristo, quien revela el amor de Dios en su máxima expresión. “Así que nosotros, que estamos recibiendo un reino inconmovible, seamos agradecidos. Inspirados por esta gratitud, adoremos a Dios como a él le agrada, con temor reverente.” (Hebreos 12:28). Este llamado muestra cómo la gratitud es una respuesta natural al regalo de la salvación y la vida eterna.
“Den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.” (1 Tesalonicenses 5:18). Este versículo destaca el carácter continuo de la gratitud. Agradecer en toda circunstancia, incluso en medio de desafíos, es un reflejo de confianza en Dios y su propósito.
En el relato de los diez leprosos (Lucas 17:12-19), la gratitud adquiere una dimensión profundamente personal. Solo uno de los diez sanados regresa para dar gracias, y Jesús destaca este acto como una expresión de fe. La historia nos recuerda que, aunque las bendiciones pueden ser compartidas, el agradecimiento es una decisión individual.
“No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias.” (Filipenses 4:6). Este pasaje combina la oración con la gratitud, mostrando cómo ambas son esenciales en la vida espiritual. Agradecer, incluso antes de recibir, es una muestra de confianza en la provisión divina.
El agradecimiento no solo es un mandato, sino una invitación a experimentar la paz y la plenitud que provienen de una relación cercana con Dios. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, el agradecimiento es un lenguaje universal que trasciende generaciones y contextos, recordándonos que todo lo que tenemos y somos proviene de Él. “Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos.” (Colosenses 3:15).
Dar gracias antes de recibir
El agradecimiento por adelantado es un acto de fé profunda, una expresión que trasciende las circunstancias y reconoce la soberanía y fidelidad de Dios, incluso antes de que sus respuestas se hagan visibles. Este concepto, claramente ilustrado en la Biblia, nos invita a confiar plenamente en que Dios tiene el control, y que sus planes son siempre para nuestro bien.
La historia del rey Josafat es un testimonio poderoso de esta práctica. En un momento crítico, enfrentándose a tres ejércitos enemigos, adoptó una estrategia que parece irracional desde una perspectiva humana. En lugar de colocar soldados al frente de su ejército, posicionó a cantores alabando a Dios con estas palabras: “Después de consultar con el pueblo, el rey nombró cantores que caminaran delante del ejército cantando al Señor y alabándolo por su santo esplendor. Esto es lo que cantaban: «¡Den gracias al Señor; su fiel amor perdura para siempre!»” (2 Crónicas 20:21, NTV).
Este acto no era simplemente un gesto simbólico; era una proclamación de confianza. Josafat y su pueblo estaban agradeciendo a Dios por la victoria, antes incluso de que ésta se materializara. La escena desafía toda lógica militar, pero su esencia radica en la fé: la certeza de que Dios pelea las batallas de aquellos que confían en Él.
El desenlace es igualmente impresionante: “Cuando comenzaron a cantar y a dar alabanzas, el Señor hizo que los ejércitos de Amón, de Moab y del monte Seir comenzaran a luchar entre sí” (2 Crónicas 20:22, NTV). Dios intervino en respuesta a su fé y gratitud anticipada, demostrando que la alabanza y el agradecimiento son herramientas espirituales poderosas.
Agradecer a Dios de antemano no es una mera formalidad ni un optimismo vacío. Es una declaración de confianza en su carácter, en su capacidad para transformar situaciones y en su disposición para cumplir sus promesas. Este tipo de gratitud transforma no solo nuestras circunstancias, sino también nuestros corazones, alineándonos con la voluntad de Dios y recordándonos que Él está obrando, incluso cuando no podemos verlo.
Es fácil agradecer después de que una bendición ha llegado. Sin embargo, agradecer antes, mientras aún enfrentamos incertidumbres o desafíos, es un testimonio de fe. Como bien lo ilustra esta historia, agradecer a Dios por adelantado es más que palabras; es una declaración de confianza que abre camino para que Él actúe.
¿Estás dispuesto a empezar a agradecer a Dios por aquello que aún no has visto realizado? Este acto de fe puede ser el primer paso hacia un cambio significativo, no solo en tus circunstancias, sino también en tu relación con Dios. Él está listo para responder; la pregunta es, ¿estás listo para confiar en Él?