• Diario 5 -Buenos Aires, miércoles 21 de mayo de 2025

110 años del Genocidio Armenio.

 

El 24 de abril de 1915, comenzaba uno de los capítulos más oscuros del siglo XX: el genocidio armenio. Ese día, en el entonces Imperio Otomano, las autoridades turcas arrestaron y ejecutaron a cientos de líderes intelectuales, políticos y religiosos de la comunidad armenia en Constantinopla. Aquel acto marcó el inicio de una maquinaria de exterminio sistemático que, entre 1915 y 1923, asesinó a un millón y medio de personas y destruyó milenios de historia, cultura y pertenencia.

Hoy, más de un siglo después, el reclamo por memoria, verdad y justicia sigue vigente, vivo, vigente en las calles, en los centros culturales, en los actos escolares, en las canciones de los nietos y en las lágrimas que todavía no secaron del todo. En la Argentina —el primer país latinoamericano en reconocer oficialmente el genocidio— la comunidad armenia es numerosa, activa y profundamente comprometida con mantener encendida la llama de la memoria.

El genocidio armenio no fue sólo una masacre. Fue un plan premeditado para borrar un pueblo de su territorio ancestral. Deportaciones forzadas, caravanas hacia el desierto sin retorno, ejecuciones masivas, campos de concentración improvisados, conversiones religiosas forzadas, violaciones sistemáticas y el robo de niños para criarlos como turcos: la máquina del horror operó con una brutalidad meticulosa.

Lo atroz no terminó con la violencia directa. El negacionismo oficial de Turquía —persistente hasta hoy— multiplica el dolor. La negativa a reconocer lo ocurrido como genocidio es una segunda muerte para las víctimas y un obstáculo para la sanación de las generaciones posteriores.

La colectividad armenia en la Argentina —una de las más importantes del mundo fuera de Armenia— es testigo y protagonista de esta lucha por la verdad. Desde las primeras migraciones de sobrevivientes a principios del siglo XX, la comunidad ha levantado escuelas, iglesias, clubes, centros culturales y medios de comunicación que conservan la lengua, la historia y los nombres de los que no llegaron.

El país fue pionero en establecer el 24 de abril como el Día de Acción por la Tolerancia y el Respeto entre los Pueblos, mediante la Ley Nacional 26.199, promulgada en 2007. En las escuelas se enseña el genocidio armenio como parte del compromiso argentino con los derechos humanos y la condena a todo crimen de lesa humanidad.

Un reclamo que se proyecta

A lo largo de las últimas décadas, distintas figuras internacionales —entre ellas intelectuales, artistas, juristas y líderes religiosos— han exigido el reconocimiento global del genocidio. En los últimos años, algunos países que históricamente se habían mostrado ambiguos, como Estados Unidos, comenzaron a utilizar el término correcto: genocidio.

El reclamo de justicia no busca venganza. Busca paz. Porque sin memoria no hay verdad, y sin verdad no hay justicia. Y sin justicia, no hay posibilidad real de futuro.

Hoy, 110 años después, cuando el mundo sigue siendo escenario de desplazamientos, crímenes de odio, limpiezas étnicas y guerras que arrasan con vidas inocentes, la historia del pueblo armenio resuena con una vigencia feroz. Recordarla no es mirar hacia atrás: es aprender a no repetir, a identificar las señales, a levantar la voz cuando otros callan.

 

El genocidio armenio no pertenece solo a Armenia. Es un capítulo de la historia de la humanidad entera. La dignidad de un pueblo que se negó a desaparecer se fortalece en las ceremonias, las marchas de las antorchas, en cada joven que aprende el alfabeto armenio lejos de Ereván, pero -particularmente- en cada nombre repetido en voz alta para no ser olvidado.

Valoramos con un grito de estímulo a quienes tienen a la memoria como la forma más poderosa de justicia. En medio de las tibiezas del Siglo XXI, comprobamos que  el silencio, cuando se impone, resulta una forma más de violencia. Pero del otro lado de las indolencias, mientras haya quien recuerde, los asesinos nunca ganan del todo.

Ոչ միան մոռանանք։ Nunca olvidaremos.

Más de un siglo después del genocidio, el pueblo armenio sigue enfrentando amenazas existenciales. El conflicto con Azerbaiyán por el control de Nagorno Karabaj —llamado Artsaj por los armenios— dejó miles de muertos y desplazados en las últimas décadas. A pesar del alto el fuego de 2020, la situación sigue siendo tensa: en 2023, Azerbaiyán lanzó una ofensiva que forzó la rendición de Artsaj y provocó el éxodo total de su población armenia.

Detrás del conflicto hay intereses geopolíticos, alianzas militares y silencios cómplices. Armenia, pequeña y sin salida al mar, lucha por defender su soberanía, su historia y su identidad frente al avance azerí, con el apoyo explícito de Turquía. La limpieza étnica en Artsaj es una tragedia silenciada, pero documentada.

La comunidad armenia internacional denuncia que lo que hoy sucede no es ajeno al pasado: es parte del mismo intento de borrar la existencia de un pueblo que, pese a todo, sigue de pie.

Buenos Aires, 2020. Jóvenes de origen armenio se manifiestan contra los conflictos actuales que este pueblo debe enfrentar con Azerbaiyán y Turquía.

 

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