El nuevo sistema de pago de los viajes en Subte con tarjetas de débito y crédito y el uso de la pantalla de un celular de alta performance tecnológica, con capacidad lectora-escritora falló y le hizo perder dinero a muchos pasajeros que no estimaban tener que realizar, aparte, una recarga en la ahora no tan olvidada SUBE.
¿Pueden llegar a producirse muchos inconvenientes para los usuarios del Subte cuando no están habilitados los molinetes en los que se puede abonar con tarjetas bancarias y celulares con tecnología NFC?
Es exactamente lo que ocurrió durante varias horas el 23 de enero.
El problema no fue solamente en la estación Humberto Iº de la Línea H de donde es la fotografía que acompaña la nota. Ningún molinete con «pantalla azul» de la red de Subterráneos de Buenos Aires, funcionó desde el mediodía de ese jueves.
Después de tanta promoción de los nuevos sistemas de pago para el transporte publico adjudicado y administrado por las empresa Emova, los pasajeros tuvieron que apelar a cargar nuevamente la Tarjeta SUBE.
Al gobierno porteño le place remarcar, cada vez que puede, que pagar los viajes de colectivos, trenes y subtes con la SUBE es aportar al crecimiento de un monopolio. Y es lo más probable. Pero el sistema que podría neutralizar al comercio dominante debería funcionar siempre. Y sin errores. Más si los que están involucrados en tal «solución» son nada menos que los bancos.
Hay demasiadas personas que entienden -a modo de sospecha- que el gobierno porteño remarca la cuestión de la Tarjeta SUBE porque se trata de un negocio iniciado y desarrollado por los gobiernos kirchneristas, independientemente de si estas estructuras están o no en manos de empresarios que no les son afines.
Sería osado concluir que el inconveniente del 23 de enero evidenció la fragilidad de los nuevos sistemas de pago electrónico. Pero sí falló la forma en que se implementó en la Ciudad de Buenos Aires. Cero molinete con pantalla azul. Quienes habían optado por los métodos de pago promovidos como una alternativa moderna y eficiente se encontraron, de un momento a otro, con que las carretas habían regresado.
Fatal cachetazo de la Tarjeta SUBE «al futuro». Un trastorno: encontrar una terminal de carga operativa y disponer del tiempo y el dinero en efectivo para recargar. La ironía: una fuerte promoción del pago con tarjetas bancarias y dispositivos móviles pero en la primera de cambio la única solución para viajar fue volver al sistema que el propio Gobierno porteño critica a boca llena.
Se espera la no repetición de semejante caída de sistema porque no es lo mismo la espera de restitución de servicio en las instalaciones bancarias o haciendo home office que chocar con la sorpresa de que no podremos viajar porque nuestro único dinero disponible para pagar un pasaje en subte se encuentra en nuestra caja de ahorros y – aunque nos dijeron que podríamos usarla – la situación pasó a no ser tal.
¿Acaso explicándole esto rápidamente al personal de seguridad que controla que las personas no se cuelen a viajar saltando los molinetes o maniobrando con las piernas o a los mismísimos empleados de Emova, ellos van a entender tal situación y ser condescendientes todos, absolutamente todos los que le vayan con tal planteo?
Realmente genera risa la posible respuesta por la afirmativa.