Está bien que nos esté resultando bastante pragmático y hasta divertido tomar como punto de partida los balcones vacíos de Baldomero Fernández Moreno, como uno de los innumerables ángulos desde los que Buenos Aires puede ser interpretada. Según como se pretenda valorar los géneros literarios, un extremo diametral, quizás, puedan ser los cuentos mágicos de Mujica Láinez. Buenos Aires siempre tiene algo más para contar.
Hablamos de una ciudad que se planta como escenario recurrente en cuentos y poesías. En algunos casos ha sido el alma de novelas que capturan la esencia de la ciudad en sus diferentes épocas.
Comencemos este capítulo con una obra fundamental que retrata la Buenos Aires de los años 20 y 30 a través de una narrativa profundamente simbólica y poética. Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal es un viaje espiritual y filosófico que incluye el color local de Villa Crespo y Chacarita, representando la esencia barrial porteña y su transformación en un paisaje casi mítico.
El exquisito vuelo sentimental, cultural e intelectual al que Marechal invita a disfrutar, se extiende por una geografía por la que, en estos tiempos, puede recorrer en colectivos, el subte o paseando el perro:
Entonces, volviendo sus ojos al interior del antro, vio a Samuel Tesler que yacía en su cama, tendido en posición decúbito lateral y orientado inteligentemente hacia el polo magnético de la tierra.
Los párpados de Samuel batieron la luz recién venida, la luz del sol tan fuerte como un ácido, y un suspiro enorme pareció desinflar enteramente su envoltura: frunció el ceño e hizo chasquear sus labios como si paladeara una gota de vinagre; después, levantando su anca montañosa bajo los tristes cobertores, giró sobre sí mismo y siguió roncando de culo al día. (Aunque ninguna lección escrita del filósofo lo corrobore, la tradición oral conservada por sus discípulos nos enseña que Samuel Tesler vivía en este mundo como en un hotel deplorable en el cual —según afirmaba tristemente— se hacía él, desde su nacimiento, una cura de reposo integral para restablecerse del cansancio de haber nacido. Si se le preguntaba el origen de aquella fatiga rebelde a cualquier tratamiento, el filósofo la daba como resultante de las numerosas reencarnaciones que había sufrido él desde la bipartición del Hermafrodita original, pues declaraba solemnemente haber sido faquir en Calcuta, eunuco en Babilonia, esquilador de perros en Tiro, flautista en Cartago, sacerdote de Isis en Menfis, puta en Corinto, usurero en Roma y alquimista en el París medieval.
Interrogado cierta vez en el café «Las Rosas» de Villa Crespo sobre si un trabajo cualquiera no lograría mitigarle el hastío de tantas y tan diversas transmigraciones, contestó Samuel Tesler que el trabajo no era una virtud «esencial» de la naturaleza humana —ya que el todopoderoso Elohim había creado al hombre sólo para el ocius poeticus—, sino un menoscabo «accidental» introducido en ella por obra de la indócil «costilla separada»; y que siendo él, Samuel Tesler, un hombre afirmado en las esencias, mal podía condescender al azar de un accidente que le recordaba el ingrato episodio del Paraíso..
Miremos a Roberto Arlt y su celebrada «El juguete rabioso». En la que se considera una de las primeras novelas urbanas argentinas, Arlt pinta una Buenos Aires hostil que sufre Silvio Astier, aquel joven que enfrentaba la lucha por sobrevivir en una ciudad que -como sigue siendo hoy- que ofrecía pocas oportunidades a los marginados. Desde otro inspiradísimo ángulo, el escritor con mayor influencia de Fedor Dostoyevsky que dio nuestro país, fue publicando las «Aguafuertes porteñas», que terminaron editándose como libro y generaron una identificación indisoluble entre autor y ciudad.
A Adolfo Bioy Casares lo mencionamos entre los autores de cuentos que se inspiraban en Buenos Aires.

Pero es necesario que lo volvamos a catalogar, ahora por su extraordinario trabajo en El sueño de los héroes. En esta novela, Buenos Aires es un espacio mágico y a la vez realista, bien de Bioy. Es un libro que retrata la ciudad como el escenario de los anhelos y frustraciones del protagonista, mezclando la vida cotidiana con elementos fantásticos.
En La maestra normal, Manuel Gálvez retrata la vida de una maestra que se muda del interior a Buenos Aires, explorando el choque cultural entre la provincia y la metrópolis. A través de su protagonista, la novela captura las tensiones sociales y los cambios que Buenos Aires impone a quienes la habitan. Por supuesto que Gálvez en todas sus obras tiene a Buenos Aires incorporada por razones obvias de rol político de la capital, como en Vida de Juan Manuel de Rosas (1939) y Vida de Hipólito Yrigoyen: el hombre del misterio. Ya en «El diario de Gabriel Quiroga: opiniones sobre la vida argentina», de 1910, Gálvez era reconocido por su enfoque en el nacionalismo cultural. Pero donde Buenos Aires se mete en todos los rincones de sus obras es en Nacha Regules, de 1919 y en Historia de arrabal, publicada en 1922.
Aunque no es una novela en el sentido tradicional, Radiografía de la pampa (ensayo novelado) de Ezequiel Martínez Estrada utiliza una narrativa literaria para analizar Buenos Aires como el corazón de una Argentina que centraliza poder y cultura, y al mismo tiempo enfrenta problemas sociales.
Y a propósito de los retratos de la vida de la alta sociedad porteña, una forma de ponerles la lupa sobre esos vínculos sociales en las décadas del 50 y 60, es tomar de la biblioteca y leer «Los burgueses» de Silvina Bullrich, con una mirada irónica sobre las costumbres, ambiciones y superficialidades de los círculos más acomodados de la ciudad. En 1938 Bullrich concibió su primera novela con el nombre más directo respecto del punto que nos Calles de Buenos Aires (su primera novela) (1938). Una que no requiere ninguna explicación de referencia es «Más vida y gloria del Teatro Colón». Y Bullrich escribió dos novelas vinculadas a la bicicleta financiera en los dos últimos años de unas Fuerzas Armadas munidas de un poder obsceno, procurando reflejar los efectos de la letal combinación en seguidilla Martínez de Hoz – Sigaut: Escándalo Bancario (1980) y Después del escándalo (1981). Tenemos que suma Bodas de Cristal, Un relato intimista que aborda las tensiones y conflictos de una familia porteña de clase alta. Bullrich, una vez más, arremete con sus descripciones impiadosas de los estratos más privilegiados la sociedad porteña de mediados del siglo XX.
Silvina Ocampo decidió que en La torre sin fin, obra de corte fantástico, Buenos Aires se convierta en un escenario de sueños y pesadillas. Silvina, con dominio total acerca de rincones porteños con cierta magia, los transforma en lugares cargados de misterio y surrealismo.
La bahía de silencio, de Eduardo Mallea es un texto introspectivo que explora la alienación y las crisis personales en el contexto de una ciudad que, aunque genere todo el ruido del mundo, puede ser profundamente solitaria. Lo que bien podría ser considerado una rareza para estos tiempos, puede ser encontrado en Mallea: «La bahía…» expone una Buenos Aires convertida en un espacio de reflexión y lucha interna. Y otra: Todo verdor perecerá. Con ese apocalíptico título, Eduardo Mallea nos lleva a una exploración psicológica de la alienación en la ciudad moderna.
¿Qué ocurre con la famosísima y súper vendida novela de Jorge Asís «Flores robadas en los jardines de Quilmes»? Aunque el título menciona a Quilmes, geográficamente el actual AMBA, gran parte de la acción se desarrolla en la propia Ciudad de Buenos Aires, mostrando la vida de los sectores medios en una época de crisis económica y social, con un tono mordaz y satírico, como se sigue mostrando, aún hoy, el autor.
También Buenos Aires aparece como un telón de fondo en Cicatrices, de Juan José Saer, que explora las vidas de cuatro personajes con perspectivas fragmentadas. En general, la crítica coincide con la figura de que Saer describe la ciudad con una precisión casi cinematográfica.
Pasemos a Ricardo Piglia. En La ciudad ausente, el autor crea una Buenos Aires distópica y cargada de intriga. Los recuerdos y las historias se entrelazan en un laberinto literario. La novela es, realmente, un homenaje a la ciudad como espacio de memoria y ficción.
Ernesto Sábato concibió El túnel como una centrada en el conflicto interno del protagonista. Pero Buenos Aires aparece como un escenario sombrío y opresivo que contribuye a la atmósfera existencialista de la novela. Y si tomamos su genial Sobre Héroes y Tumbas, encontraremos que en el Parque Lezama se instala un extraordinario devenir de misterios
El cerebro musical es una novela lunfarda breve que incluye referencias urbanas a Buenos Aires, con el estilo excéntrico y experimental característico de César Aira. Mucho lunfardo. También lo hay en el trabajo de Carlos María Ocantos » La gran aldea» (mismo título que la obra de Lucio V López). Se trata de una de las primeras novelas realistas ambientadas en Buenos Aires, describiendo la vida cotidiana de finales del siglo XIX con gran detalle costumbrista. Aira no fue con vueltas para poner el título «La villa» e introducirse en un retrato de los márgenes de Buenos Aires, específicamente de los primeros asentamientos a pura precariedad en Buenos Aires, con estilo directo, audaz y lleno de observaciones sorprendentes sobre la vida urbana.
Libertad pura. Así fueron las letras argentinas en tiempos de estos escritores monumentales. Sus obras abarcan múltiples facetas de Buenos Aires: desde sus barrios marginales hasta su vida de alta sociedad, su modernización, y las tensiones que genera. Sí, hablamos de una musa inagotable para la literatura.
En un verdadero clásico que recopila cuentos ambientados en distintas épocas de la historia porteña, desde la fundación hasta el siglo XX. Mujica Láinez nos transporta con Misteriosa Buenos Aires a una ciudad que respira historias, leyendas y secretos, con una escritura rica y evocadora. Cada relato captura un momento único, como si Buenos Aires misma fuera un personaje.
En Megafón o la guerra, Leopoldo Marechal combina su poética singular con una visión épica y satírica de Buenos Aires. La obra, cargada de simbolismo, es un manifiesto de resistencia cultural y política, donde la ciudad juega un papel crucial como escenario de lucha y transformación.
«El examen» fue escrita en 1950 por Julio Cortázar pero publicada póstumamente. Esta novela también es un testimonio de la Buenos Aires a la que todos los porteños nos habríamos querido asomar para entender qué se debería haber hecho, si es que no se hizo lo que correspondía: sus calles, cafés y la sensación de asfixia cultural y política. Cortázar muestra un grupo de jóvenes intelectuales que reflexionan sobre el arte y la vida mientras recorren la ciudad en tiempos en que todo parecía imponerse por la fuerza.
Y hay más: Eduardo Gutiérrez concibió Juan Moreira con un fuerte componente rural. Pero ocurre que parte de la acción transcurre en la periferia de un Buenos Aires en proceso de expansión. La obra retrata la violencia y el drama social de una ciudad que comenzaba a absorber los conflictos del campo. La versión cinematográfica de la novela se ganó la condición de leyenda como lo es el mismísimo Moreira de Gutiérrez.
Dada la conocida inclinación de Arturo Jauretche por sus monumentales ensayos, quizás la única obra del gran pensador oriundo de Lincoln que podría integrar la lista de obras que tomaron a Buenos Aires como escenario alternativo o central es «El Paso de los Libres». Aquí Jauretche toca tangencialmente Buenos Aires, aludida como centro de las tensiones políticas y sociales que dan forma al país.
El paisano Aguilar, de Enrique Amorim, está ambientada parcialmente en el Buenos Aires de los años 30. Esta novela muestra ese vendaval de la ciudad que siempre se yergue sobre la vida de un personaje que se debate entre la cultura rural y la urbana.
Para cerrar, otros que merecen integrar el registro de inspirados por la Reina del Plata. Hebe Uhart, con su «Camilo asciende». Es un relato fresco y lleno de humanidad que captura la cotidianidad de Buenos Aires, desde sus barrios hasta las vivencias de sus habitantes comunes. Finalmente, con «La trama del olvido», Emma de Cartosio construyó una novela que explora los laberintos emocionales y sociales en una Buenos Aires cambiante.