• Diario 5 -Buenos Aires, domingo 9 de febrero de 2025

En la semana que nos tomamos para revisar piezas literarias que le dan protagonismo a la capital argentina, nos detenemos en la estación Cuentos. Es natural que entendamos que Jorge Luis Borges, Adolfo Boy Casares y Julio Cortázar arrasen en el rubro. Sin embargo, hay varios que dan pelea.

La narrativa breve tomó a Buenos Aires también como escenario y protagonista para muchas historias que se hicieron eternas y universales. Los cuentos reflejan sus barrios, reportan sobre personajes y registran situaciones cotidianas. Hay mucha perspectiva íntima de la vida porteña en un cuento. Podría decirse que hay cuentos que compiten con las grandes poesías cuando capturan sus propias facetas de la ciudad.

En «El hombre de la esquina rosada”, Jorge Luis Borges recrea el ambiente de los suburbios porteños, con sus códigos de honor y enfrentamientos. Situado en un contexto de compadritos y cuchilleros, el cuento utiliza la violencia y el heroísmo para explorar la identidad de los barrios bajos de Buenos Aires.

«La fiesta del monstruo”, de Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges (bajo el seudónimo de B. Lynch Davis) es un cuento satírico y grotesco que retrata una Buenos Aires enloquecida y distópica. Aquí hay personajes que se zambullen en las tensiones políticas y sociales argentinas. Detenta -antes que todas sus virtudes literarias- condición de ser esencialmente polémico. «Lynch Davis» capta las fracturas de la ciudad y su sociedad y «rompe bochos» con su estilo de descripción y relato. Más de Bioy: «El simulacro” se desarrolla en una BA que funciona como telón de fondo para una ceremonia falsa y absurda. Bioy critica las pretensiones y las construcciones de poder en la sociedad porteña, con una narrativa que equilibra lo real y lo simbólico.

Hagamos foco en la Buenos Aires que inspiró a Julio Cortázar. Aunque no menciona específicamente a Buenos Aires, el escenario de «Casa tomada” es una típica casa chorizo porteña. La atmósfera opresiva y la invasión inexplicable reflejan el aislamiento de ciertos sectores urbanos, en un relato que mezcla lo cotidiano con lo fantástico. Ubicado en un barrio porteño indefinido, «Circe” entrelaza lo urbano y lo macabro. Los personajes y sus relaciones están marcados por las pequeñas dinámicas de la vida barrial, pero envueltos en un misterio inquietante que convierte la ciudad en un espacio casi opresivo. Otro cuento de Julio: «Las puertas del cielo”. Buenos Aires es escenario de un velorio y un baile de tango. La ciudad aparece en sus dos caras: como un lugar de dolor y memoria y mostrándose como un espacio de comunidad y encuentro.  Y en su cuento «Los venenos”, Cortázar presenta el patio de una casa porteña y la infancia como los protagonistas. El cuento se centra en el descubrimiento del amor, los celos y las pérdidas. Todo en ese entorno tan íntimo como característico de Buenos Aires.

Aunque Juan Carlos Onetti es más conocido por sus ambientaciones en Montevideo, «La noche que lo dejaron solo” transcurre en una Buenos Aires que captura la melancolía de la gran ciudad. La soledad urbana y las relaciones truncas son los ejes de esta narración.

«Esa mujer”, de Rodolfo Walsh es un cuento basado en hechos históricos. Se desarrolla en una Buenos Aires cargada de tensión política. Aunque no se describe la ciudad en detalle, el tono y el contexto del relato reflejan su atmósfera opresiva y conflictiva durante los años de la dictadura.

En «Fotos”, Sara Gallardo narra un episodio de la vida cotidiana en Buenos Aires, donde la fotografía actúa como un medio para capturar y reflexionar sobre el paso del tiempo en la ciudad y sus habitantes.

Mientras que durante la Colonia, Lima se llevaba casi todos los piropos y dedicaciones culturales, Buenos Aires recién comenzó a sumar obras como protagonista literaria desde la Revolución de Mayo. Se incrementó en los tiempos de Juan Manuel de Rosas como gobernador, muy especialmente a partir de la pluma de sus opositores. Ya la famosa «Generación del 80» produjo obras literarias de una riqueza avasallante. La mayoría de esos autores fueron porteños y era natural inspirarse en una urbe que crecía y se embellecía a un ritmo fascinante.

Ya sea por inspirar a los creadores desde un arrabal, en una casa antigua o en una avenida concurrida, Buenos Aires se convierte en un prisma de escenarios. En las diversidad de estilo y tono, se suele mostrar a la atrapante urbe como un personaje vivo, que respira en cada relato y define a quienes la habitan. Tres ejemplos de esta amplitud: Horacio Quiroga, Enrique Wernicke y Macedonio Fernández. Aunque no son autores típicamente asociados con la temática urbana porteña, algunas de sus obras contienen elementos que evocan la vida capitalina.

Quiroga es más conocido por sus relatos ambientados en la selva y su estilo centrado en la naturaleza y lo psicológico. Pero también exploró el universo urbano. En el relato breve «Los destiladores de naranjas», combina lo urbano y lo rural, destacando cómo Buenos Aires actúa como un mercado para los productos del interior. Aunque no es el foco del cuento, la ciudad aparece implícita en la tensión entre lo provinciano y lo cosmopolita.

Enrique Wernicke es un autores esencial para retratar la vida urbana en Buenos Aires, con una mirada crítica y poética. «La calle perdida» es un cuento profundamente porteño, que captura la esencia de las calles olvidadas y los espacios que desaparecen en la ciudad. Wernicke utiliza estas calles como metáforas de una Buenos Aires que se transforma, a veces dejando atrás a sus habitantes. En tanto, «El regreso» trata sobre un personaje que vuelve a Buenos Aires después de mucho tiempo. Wernicke describe el impacto de los cambios en la ciudad y cómo estas transformaciones afectan a quienes alguna vez la habitaron.

Macedonio Fernández, con su estilo innovador, abordó Buenos Aires desde una perspectiva filosófica y humorística. La primera bella prueba es «Museo de la novela de la Eterna». Aunque es una novela experimental, algunos pasajes de este texto están impregnados de referencias a Buenos Aires. Macedonio reflexiona sobre la vida urbana con su característico tono irónico y profundo, mostrando cómo la ciudad moldea las emociones y las relaciones. Pegadito, «El ruiseñor de la ventana». Cuento breve. Recorre el camino entre el bullicio de la ciudad y la introspección. La descripción del ave cantando en medio del caos porteño es como una noticia literaria eterna. Un monumento al protagonismo de Buenos Aires en las mentes de decenas de escritores geniales.



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