No hay manera de compatibilizar la imagen del primer mandatario en sus días de pequeño romance con la sociedad, con la que hoy tiene una notable mayoría sobre él.
La frases de los primeros tiempos del actual período presidencial, la de un Alberto Fernández con apariencia de hombre decidido a tomar el toro por la astas en varios aspectos, cargado de envalentonamientos, no se condicen con el desinflado presidente que, en marzo de este año, pareció utilizar su mismo dedo acusador, pero esta vez para decirles -infantilmente- a los empresarios: «Malo, malo, caca!», en una demostración de absoluta impotencia política.
- Septiembre de 2021: «Me encantaría que en los productores y frigoríficos entendieran que en la Argentina no se debe pagar la carne al mismo precio que se paga en Beijing o París porque no les cuesta lo mismo producir que en esos lugares del mundo”.
- Junio de 2020: “Unidos vamos a trabajar contra la desigualdad y contra el hambre. Y vamos a poner de pie a la Argentina”.
- Marzo de 2022: » “No vamos a dejar de controlar y fiscalizar precios, aplicar la ley de abastecimiento si es necesario y utilizar todos los instrumentos con los que cuenta el estado para cumplir con el objetivo de controlar los precios”.
- Septiembre de 2022: «No vamos a ceder en la lucha contra la inflación».
- Enero de 2023: «Va a llevar mucho tiempo bajar la inflación».
- Marzo de 2023: «Hay un problema de solidaridad por parte de muchos poderosos de la Argentina».
Hay muchos contrastes. Y en varios aspectos. Un extraordinario ejercicio, a modo de juego de investigación, resulta la doble búsqueda de alguna opinión, actitud o posición presidencial -sobre cualquier tema- en los albores del período, en diciembre de 2019 y lo que se pueda hallar de la misma persona durante los últimos dos meses.
Cualquier calificación -entre patético y desoplilante- le podría caber a una gama tan amplia de desdicciones y en tan en veloz descenso de poder, credibilidad y autoestima.