La mayoría de los vecinos se quejan de que ensucia más de lo que limpia.
El problema radica en la falta de cuidado por parte del operador del soplador motorizado.
Se utiliza para movilizar las hojas, a modo de «barrido automático» pero levanta polvo, basura y heces, que terminan ingresando en las viviendas, a través de sus mismas puertas, ventanas y rejas.
Se está transformando en un peligro para la salud de las personas.
La solución es una garantía de cuidado pero suele ser «mucho pedir» a ciertos grupos de trabajadores ultrasindicalizados, a quienes el gremio cubriría aunque ni siquiera existiera riesgo alguno para su empleo.
«Es sólo una cuestión de actitud», reza una interesante canción de Fito Páez. En este caso, cuando la voluntad es colectiva y el resultado depende de cómo se cumple el objetivo en la vertical cadena de mandos, pues se trata de una cadena de actitudes.
Si uno solo de los involucrados en el engranaje que se activa para que el servicio de limpieza de calles y veredas a través del soplador y del consecuente paso de la hidrolavadora, no pone su voluntad al 100% para que el proceso sea el correcto, indefectiblemente muchas casas se ensuciarán, como consecuencia de una relativa limpieza de calles y veredas. Quienes las limpian serán las que paguen el precio extra que implica que un operador de soplador se divierta viendo cómo su herramienta levanta un polvo insoportable.
Estos ruidosos equipos, con motor a gasoil, suelen ser muy efectivos en el barrido de hojas en plazas, parques y grandes lugares abiertos en los que no existe riesgo de llevar suciedad hacia las construcciones.