12 de octubre. El espejo donde mirar lo que necesitamos ver.
Puede ser Día del Respeto a la Diversidad Cultural, Día de la Hispanidad, Día de los Pueblos Originarios o cualquier otra denominación que alguien quiera usar para señalar un aspecto de la historia que le parezca relevante. Las personas civilizadas no encuentran contradicción en eso. La historia es múltiple, compleja, y no se reduce a una sola narrativa. Lo que para unos representa el inicio de un vínculo cultural y lingüístico, para otros puede marcar el comienzo de una herida profunda.
Ambas cosas son ciertas, conviven y es imposible corregirlo.
No hace falta que todos estén de acuerdo en cómo nombrarlo. Tampoco qué recordar. Quizás importe que haya espacio para que cada mirada se exprese sin que la otra se sienta amenazada. Reconocer la riqueza de lo hispano no implica negar la violencia de la conquista, mientras que reivindicar a los pueblos originarios no exige borrar los vínculos que se tejieron después. La convivencia de estas memorias no es problema. Siempre los fanatismos lo son. Más bien deberíamos entender que si observamos que la sociedad piensa diferencial, oscilante o atomizadamente, está en su máximo derecho.
Ideologías sí. Presiones ideológicas, jamás.
Quien quiera navegar en la celebración de la Hispanidad, tiene las aguas libres tanto como los preferentes de recordar a los pueblos originarios. Porque tiene tanto valor
Independientemente de que convertir al 12 de octubre en una trinchera es una pérdida de energía política -como quien busca qué comer de la carne carbonizada que se pasó en la parrilla- encontrarse con el espejo donde cada uno pueda mirar lo que necesita ver, es un derecho muy difícil de hacer respetar donde el pensamiento racional no abunda.
El ejemplo más claro es que los argentinos lo venimos haciendo mal desde el «Braden o Perón». Era «Braden y Perón». Pocos lo ven. Ahora ya está.
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