• Diario 5 -Buenos Aires, lunes 28 de abril de 2025

La noche del 17 de marzo de 1992, en Buenos Aires, nadie fue a celebrar San Patricio.

La Argentina sufrió el primer gran atentado terrorista internacional en su historia. A las 14.45, un estallido feroz sacudió la intersección de Arroyo y Suipacha, reduciendo a escombros la sede diplomática de Israel y dejando un saldo de 22 muertos y más de 200 heridos. La onda expansiva destruyó edificios linderos, dañó severamente una iglesia y sumió en el horror a una ciudad que jamás había presenciado una agresión de tal magnitud.

A más de tres décadas de aquella jornada trágica, el reclamo de justicia sigue vigente. La investigación, signada por irregularidades y falta de avances, no logró identificar ni condenar a los responsables materiales e intelectuales del ataque. La Corte Suprema de Justicia de la Nación estableció en 1999 que el atentado fue perpetrado por el grupo terrorista Hezbollah, con apoyo de Irán, pero el caso sigue impune.

Cada 17 de marzo, el sonido de la sirena rompe el aire porteño en el acto conmemorativo que recuerda a las víctimas. Sobre el solar vacío donde alguna vez estuvo la Embajada, hoy convertido en una plaza conmemorativa, familiares, sobrevivientes, autoridades y ciudadanos renuevan el compromiso con la memoria y la verdad. En un mundo donde el terrorismo sigue amenazando la paz, el recuerdo de lo ocurrido en Buenos Aires en 1992 no debe desvanecerse.

La memoria es un acto de justicia. Y en esta fecha, 33 años después, el eco de la explosión sigue resonando como un llamado ineludible a la verdad y la responsabilidad.

 

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