• Diario 5 -Buenos Aires, domingo 9 de febrero de 2025

En una ciudad inmensa como Buenos Aires, equilibrar la conservación de los árboles históricos con la necesidad de sumar espacios verdes, exige una planificación que asuma la complejidad del paisaje urbano. Las arboledas añosas, patrimonio natural porteño, además de embellecer calles y avenidas, equilibran el ambiente al aportar sombra y oxígeno. Pero en muchos casos, sus raíces imponentes ya generan serios problemas al romper veredas y afectar las estructuras de frentes de propiedades.

Si tomamos en cuenta que la Ciudad de Buenos Aires ya tiene censado al arbolado urbano con la clasificación de las especies y el estado de cada ejemplar ya evaluado, el primer paso ya está cumplido. No todos los árboles representan el mismo impacto; algunos pueden conservarse con cuidados específicos, mientras que otros, más invasivos, deben ser reemplazados por especies más adecuadas. Esta sustitución no significa perder verde, sino optar por árboles de raíces menos agresivas que puedan convivir con las infraestructuras urbanas sin dañarlas.

Ahora bien, sabemos que la ciudad debe seguir mirando hacia sus barrios menos forestados y aprovechar los terrenos subutilizados para crear nuevos espacios verdes. Por eso la importancia de la instalación de plazas pequeñas, parques lineales y jardines comunitarios en áreas residuales o en desuso puede extender la presencia del verde sin necesidad de grandes intervenciones.

Y aparte del gobierno, nosotros: la incorporación de vegetación en terrazas, muros y estructuras verticales también es una alternativa nada desdeñable para ampliar las superficies verdes sin ocupar terreno adicional.

¿Qué soluciones técnicas puede haber para la convivencia entre naturaleza y urbanidad?

La más increíblemente adecuada es el montaje de veredas permeables y sistemas de contención subterránea para raíces. Esta instalación permite guiar el crecimiento de árboles, evitar daños, mejorar la absorción de agua y prevenir anegamientos. Estas infraestructuras, junto con el rediseño de bulevares y canteros más amplios, pueden armonizar la relación entre árboles y pavimento.

El paso siguiente es equilibrar el arbolado en toda la ciudad. Las zonas más afectadas por raíces invasivas no pueden ser las únicas en recibir intervenciones, ya que existen barrios que aún carecen de suficiente presencia arbórea.

La dinámica ecológica actual obliga a las administraciones de las grande ciudades como la nuestra a que las políticas públicas para la distribución equitativa de los espacios verdes sea un tema abierto permanente. Todos queremos que los puntos que nos afectan más de cerca sea la prioridad. Sí deben serlo las nuevas plantaciones en áreas que lo necesitan.

La participación de los vecinos es fundamental en este proceso. La planificación urbana debe contemplar las necesidades de quienes transitan y habitan la ciudad, generando programas de educación ambiental y fomentando la creación de espacios verdes comunitarios donde los ciudadanos puedan involucrarse directamente en su cuidado.

Está claro que no puede existir una «grieta» para elegir entre árboles y veredas, sino repensar permanentemente la ciudad desde una perspectiva que respete el patrimonio natural  y permita un desarrollo urbano sostenible. Ya podemos marcar en la agenda 2025 algunos temas ecológicos importantes



 

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