Ellos son nosotros

Hasta que no demuestren lo contrario, serán -para la historia- la generación berreta de dirigentes de la Argentina.

Salen las comparsas a la última fecha de corsos pero no por última vez en el año, ya que estamos en etapa de campañas políticas, por lo que los disfraces y las caretas aún no se guardarán, mientras que las murgas tendrán actividad durante este año y durará casi hasta la próxima temporada carnavalesca.

En el collage de la imagen están visibles los hombres y mujeres más protagónicos de la vida pública, detalle que cualquier distraído podría leer como que se trata de los más capaces, tomando en cuenta que representan a menos del 1 por mil del material cazacargos rondante. Tras cartón, no abunda la esperanza de que la mayoría de la parva de mesiánicos, soberbios e incompetentes que consigue votitos en cualquier rincón del país, pueda demostrar algo distinto. Así y todo, apostamos a que alguno de ellos aún tenga plafón como para saltar fuera del barco de la mediocridad.

Definitivamente, ellos son nosotros.

Ellos, aunque no lo aceptemos, son nuestro reflejo.

Pasarse a otro barco, donde la confianza sea un faro que jamás se apague, donde soportar a los que no nos gustan se imponga al deseo de eliminarlos y donde la decisión de volver a hacer un esfuerzo -como tantas otras veces- nos sea devuelta con cierta reciprocidad por parte del que tenemos al lado y así evitar sentirnos unos pelotudos, no es un ejercicio para un dirigente político suelto y solitario, sino para toda la población económicamente activa interactuando solidariamente.

Sería, de verdad, sin eufemismos ni exageraciones, una sacrificada etapa de esfuerzo, austeridad y generosidad que debería involucrar a toda la población, para empezar a desempantanar las decenas de capacidades productivas anuladas o suspendidas que dejó la Argentina por tapar momentáneamente sus agujeros estructurales.

Toda la población significa «todos».

¿Acaso no te sentís incluíde con la palabra «todos»? Bueno, todes, pedazo de forre. Los dirigentes son producto de la sociedad. Si nos hacemos les tontes y en vez de trabajar por recuperar valores, vivimos inventando conceptos supuestamente inclusivos pero vacíos de sustento, nos van seguir comiendo les piojes.

El tango de Anselmo Aieta y Francisco García Giménez «Siga el corso» nos lo dice claro desde siempre y siempre nos equivocamos, pensando que le habla a un amor, cuando el mensaje le cabe perfecto a las sucesivas autoridades de orden nacional, provinciales, municipales, legislativas de todos los niveles, judiciales y autárquicas: «detrás de tus  desvíos, todo el año es carnaval».