La cantidad de personas que para esta fecha van y las que vuelven de vacaciones sigue marcando records, aunque no tendrá incidencia para lograr alguna posible superación en los magros panoramas comerciales que presenta la mayoría de los rubros involucrados en la economía veraniega.
La minoría poblacional que en la Argentina no integra los registros de pobreza ni los de su cercanía, cuando se la ve toda junta, parece mucha gente.
Por supuesto que eso deja lugar a posibles confusiones y datos mal cruzados cuando hay intención especulativa en quienes quieren contar alguna historia edulcorada y de manera eufémica, ante el contraste con quienes en este preciso momento ya no saben qué hacer para conseguir dinero para comer.
Sí, las cámaras muestran a miles y miles de autos en las autopistas con veraneantes en circulación y dando pruebas de una oleada de consumo de todo tipo en vacaciones.
Para que nos manejemos con seriedad como país, de una vez y para siempre, es importante aclarar que, aunque se duplicara la cantidad de viajeros que gastan sus muchos o pocos pesos en el veraneo de esta temporada y las de los próximos 12 a 15 años, el efecto de semejante movimiento no daría un resultado demasiado significativo en el PBI.
Así como están planteadas las ofertas y demandas de productos y servicios, en un marco de inflación sostenida y con la sociedad acostumbrada a comprender que «mañana» todo estará más caro, el veranito no mueve la aguja de la economía como para andar celebrando nada. Es una advertencia para los distraídos, que escucharán -desde el Ministerio de Economía- que la etapa estival en la Argentina habrá dejado aceptables dividendos para aliviar la situación de varios sectores y rubros de la producción y, especialmente, del sector terciario.
Lo dirán, pero no es cierto. Sobrevalorar el efecto del recambio de veraneantes, es una de las tantas eternas formas de intentar saltearse la capacidad de comprensión del ciudadano que recibe el mensaje, es decir, de tomarlo por pelotudo.
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