Los intríngulis que se abren cada vez que cambia un gobierno son como una pasión irresistible, tanto para el ámbito político y los medios de comunicación, como para la población en general.
Los posibles nombres de funcionarios, sus acompañantes, lo que se sabe de ellos y lo que se intuye que harían, ocupan centímetros, segundos y bytes en toda la red comunicacional del país. La actitud no es criticable, ya que a la sociedad le gusta sentirse cerca del escenario de poder que tomará decisiones en su nombre.
La pregunta que formulamos desde aquí es… ¿sobre cuántos y cuáles temas hay una multitud de personas atentas a interesarse por anticipado a los movimientos de un futuro gobierno… y cuáles asuntos despierta el interés de unos pocos? ¿En cuál de las tendencias se registran los temas de accesibilidad e inclusión? ¿Tenemos in mente algún medio que en los próximos cuatro años dé garantías de que estará atento a las pensiones especiales? ¿Existe un periodismo que se esté preguntando abiertamente qué hará el gobierno de Macri con las políticas de protección a las personas con discapacidad? ¿O todo es el dólar? ¿o sólo hay fichas para apostar a las decisiones económicas? ¿o los que, a partir de ahora, pasen a ser opositores, se divertirán viendo si el nuevo gobierno no da pie con bola en algunos temas?
La hipocresía de la sociedad no cambia, vote a quien vote. De todos modos, los intríngulis tan habituales, en el caso de este cambio, ya no lo son tanto, debido a que el futuro gobierno ya hizo saber los nombres de todos los colaboradores directos del presidente. Todo fue rápido, para darle un knock out a las especulaciones de siempre, que nunca benefician a nadie más que a la carroña de los medios de comunicación, que vive del chisme, la calumnia y de hacerse los héroes de la libertad de expresión, engrosando su cuentas bancarias con el efecto de sus inmundas artes de la mentira y las intrigas.
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