Todos sabemos que la alegría final tuvo un camino harto sinuoso para alcanzarla.
En los partidos de fútbol, el aliento siempre juega un determinado papel. Por supuesto que, visto con máxima racionalidad, la influencia puede caer en obvias irregularidades.
Pero existe una jactancia argentina que suele ser defendida con argumentos aristotélicos, bíblicos y cientificistas: somos, supuestamente, la mejor hinchada.
En la inolvidable final que La Selección Argentina le ganó a la francesa, por penales, el 18 de diciembre de 2022, quedó demostrado que la teoría argenta de autobombo acerca de la condición inquebrantable del «aguante» del público por su equipo, hizo agua.
El partido estaba 2-0 a favor de la Albiceleste en el primer tiempo del encuentro y la tribuna del Estadio Lusail, de Doha, reventaba de entusiasmo, alegría, repitiendo la popular canción que les recordaba a los muchachos; «ahora, nos volvimo’ a ilusionar».
Faltando menos de 10 minutos para el final, Francia descontó y -rápidamente- empató el partido.
Silencio absoluto, tanto de los que dos días antes lloraban pidiendo que les vendieran tickets para la Final de Mundo al precio de un partido de Liga Municipal, como de los que venían con packs completos Five Stars, derecho a beber alcohol, incluido.
El silencio no sñolo era muy notable y contrastante con el bullicio anterior. Era molesto. Casi ofensivo.
El momento en que el equipo más lo necesitaba, el público argentino se dejó tapar por el francés.
¿Es acaso el hincha el que tiene que «digerir» el golpe?
Qué le queda a los once que se la están bancando en el césped?
Los de Scaloni se recuperaron sin «ayuda».
Recién a los 20 del segungo tiempo, un puñado de jóvenes argentinos fueron lo único que las cámaras de TV pudieron captar como público que apuntaba a que su equipo se recupere.
En el 3-2 a favor de Argentina, volvió el fervor. Así, cualquiera.
Francia vuelve a empatar en el suplemento y, de nuevo, los que se jactan estar «en la buena y en las malas», como dicen tantos cantos hipócritas de hinchadas argentinas, se quedaron mudito0s, muchos mirando sus celulares.
Pésimo papel el del público argentino que fue demostrar que le gusta celebrar pero que no sabe qué hacer cuando las papas queman.
Tener plata para hacer un viaje a Medio Oriente y pagar la entrada a un partido no alcanza. Vale también para los barrabravas a los que les pagaron todo y cayeron en la misma condición de audiencia pusilánime.
Felicitaciones al equipo y su cuerpo técnico.
Argentina Campeón del mundo. Sólo sus jugadores.
La hinchada, pecho de hielo