Pasarla mal por cómo somos.

Ya hay quienes, con ansias de protagonismo histórico, aseguran que la energía que adquirirá el último bimestre de 2025 tiene pocos precedentes. No es tan así. Para bien o para otro efecto, la Argentina vivió muchos cierres de año de alta vibra.
Tenemos varios fines de año marcados por turbulencias políticas que dejaron huella en la memoria colectiva. Hay quienes consideran que algunos episodios se repiten como advertencia. Y están los que sentencian que tenemos el síntoma de los ciclos que no terminan de cerrarse.
Por eso, en el arranque de noviembre, muchos nos miramos los unos a los otros. No parece presentarse con esos riesgos este año: un gobierno de extracción ultraliberal, representante de una derecha que se presenta implacable y poco negociadora, acaba de ser refrendado por la sociedad en las urnas. Como lo fue el de Menem, un blasón del andarivel peronista más faccioso, que se largó a buscar el apoyo porteño en 1991 y lo consiguió, por única vez.
En 1989, el país vivía el colapso hiperinflacionario, efecto de la más canalla alianza empresarial-financiera-sindical-política, que precipitó la salida anticipada de Raúl Alfonsín y la asunción de Carlos Menem en julio, con el clima de zozobra que se extendió hasta diciembre.
La figurita más conocida, en 2001, el estallido social, la represión y la renuncia de Fernando de la Rúa marcaron uno de los momentos más críticos de la democracia reciente, con cinco presidentes en menos de dos semanas.
En 2013, los saqueos en distintos puntos del país durante el conflicto con las policías provinciales tensionaron el cierre del año.
En 2017, la reforma previsional impulsada por el gobierno de Mauricio Macri derivó en protestas masivas y episodios de violencia frente al Congreso.
Y 2023, cuando el clima electoral y la transición política se dieron en medio de una crisis económica profunda, con alta inflación y tensión social.
Cada diciembre parece condensar las tensiones acumuladas del año, como si el calendario argentino tuviera una cita fija con la incertidumbre, aunque no se trate de un conflicto de gravedad que enfrente a la sociedad con un gobierno. No tenemos que olvidar que eso no es necesario, ya que la división de la sociedad argentina en banderías políticas es cada vez más extrema, irracional e inconducente, por lo que ya no es necesario esperar a ningún mes del año para que la pasemos mal por cómo somos.







