• Diario 5 -Buenos Aires, sábado 18 de octubre de 2025

En las recordaciones de un acontecimiento político, es natural que la sociedad divida sus aguas para establecer opiniones en base a sus preferencias. Al tratarse de una fecha como la de hoy, probablemente se multiplique la diferencia.

Están quienes consideran que el peronismo cumple 80 años y aún goza de buena salud y quienes consideran que hoy hace 80 años se iniciaba un proceso propio de su tiempo.

Pero el criterio más lógico, creemos tenerlo nosotros, que atravesamos los peronismos con efecto en nuestras humanidades, en cuerpo y alma, pasando por varias sensaciones, ninguna extrema, para no tener que aplicar ningún fanatismo a la hora de exponer nuestro criterio que. insistimos, es imposible de superar y es conocido por los lectores de Diario 5.

Como todos (o casi todos) conocen las circunstancias históricas particulares de la Argentina en cada caso. década por década y años a año, nos remitiremos a conceptos que se desprender de esa historia que damos por sentado que todos conocen. Aclarado eso, tomemos las bases fundamentales de un tiempo cuyas circunstancias jamás se repetirán.

  • Perón era un dirigente tan talentoso que no cabe aplicar como definitivo el viento a favor que tuvo, al gobernar la Argentina durante los 10 primeros años posguerra tras la Segunda Guerra Mundial.
  • Como contrapartida, la situación en gran parte del mundo era tan desesperante que, por efecto comparativo y por ser la Argentina un país con inconmensurables posibilidades de ofrecer alimentos, se facilitaban alguna fases de la administración.

El peronismo con Perón al frente cruzó muchos terrenos y en la última etapa de vida del líder, él mismo entendía que las mañas de la sociedad eran otras, bien diferentes al 45. Los factores que cambiaron fueron tantos que no podríamos enumerarlos en 100 ediciones de Diario 5. Sólo daremos una referencia que asegura cuán por encima de su militancia y sus raros sucesores, estaba el General:

En 1973, Juan Perón, recordando entre sus colaboradores que dos décadas atrás había persuadido a sus seguidores de no especular financieramente con moneda extranjera, con su agraciado: «¿Alguno vio alguna vez un dólar?» sabía a ciencia cierta, en cambio, que nada parecido se le podía escapar en esa tercera presidencia. El país, su pueblo, la sociedad, los opositores, los enemigos y el mundo en sí, ya eran otros.

Perón, en su madurez, era maduro en serio, mientras las militancias juveniles -incluidas las que lo apoyaban- eran politiqueras, irracionales, facilistas y muy violentas. Lo contrario a la madurez.

Para obtener un cargo en el movimiento -que terminó derivándose en partido- o alcanzar una candidatura legislativa, municipal, provincial o de cualquier índole los peronistas de la heredad no contaron con instrumentos democráticos «puros» hasta 1987, cuando Menem perdió con Cafiero la interna del control del PJ, y la contienda del año siguiente, con el resultado opuesto para dirimir la candidatura presidencial del 1989. Antes de eso, todo fue con «congresos» «consejos» y «convenciones», siempre con votaciones a mano alzada y mucha preeminencia de la muñeca, la territorialidad y el pisar fuerte.

Por muchos motivos, Perón sabía que no debía dejar un heredero con nombre y apellido. El crimen de Carrero Blanco en España había sido un mensaje definitivo al generalísimo Franco: sucesores, no. Su último intento de buscar una rosca constitucional lo hizo por Ricardo Balbín, su histórico adversario, de que se dio cuenta de que superaba con creces el perfil de gobernabilidad que tenía su propia gente. No pudo.

No es un capricho asegurar que el peronismo sin Perón nunca logró hacer pie en el intento de hacer cumplir la doctrina del caudillo,  justamente, porque sus líderes prometen volver al 45, algo que hasta el propio Perón ya consideraba imposible en 1973.

Por el otro lado, el «gorila» o «contrera», jamás un líder de la derecha había prometido regresar a instancias nacionales del pasado como sí lo hacen los aspirantes al poder, surgidos del justicialismo. Hasta Milei. Lo curioso es que hoy -lamentablemente para ambas tendencias políticas- el peronismo y la derecha moderna están parejos en sus falacias. Pero también -y afortunadamente para ellos- se igualan en la increíble satisfacción de que haya gente que los sigue.



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