Diario 5
Periodismo para una élite con códigos Los unos y los otros 12
La Nena cumple 80
Existen vidas atractivas. No se sabe muy bien por dónde surge ese magnetismo ni a partir de qué aspectos de la persona que observamos. Pero intuimos estar en el sendero correcto cuando elegimos saber algo más de esas gentes. Coincidentemente, se trata de hombres y mujeres que por diversos motivos obtuvieron, alguna vez, la notoriedad necesaria como para que todos sostengamos un cierto ritmo de atención sobre ellos.
En la Argentina, algunos artistas responden a esta premisa porque, ante el solo hecho de que se los nombre, generan una reacción que - como mínimo, una vez- nos llevó a abandonar lo que estábamos haciendo para pasar a darle atención a lo que se pueda decir de ellos, por ejemplo, en la televisión o en la radio.
Allí está Marilina Ross. Con su solo nombre. Con la sola memoria de cualquiera de las perlas artísticas que nos brindó durante una carrera cargada de brillos legítimos, tanto en la actuación como en la música, pero especialmente como consecuencia del dardo afectivo que nos lanzó hace casi sesenta años y, comprobadamente, nadie olvida.
Si se dispara ese atractivo por la vida de una persona pública, jamás es producto de un marketing prefabricado. No hay campaña de “simpatización” que logre su objetivo si se percibe forzada.
Cuando Marilina nos contó el origen vaqueiro de su padre, oriundo del bellísimo pueblo portuario de Navia, no sabíamos demasiado de tal rinconcito que bien pudo ser locación de algún filme sobre el paraíso. Pero lo buscábamos en el inmenso mapa de Asturias, en el restaurante del Centro Asturiano de la calle Solís, cada vez que íbamos. Conocíamos la canción “Como mis padres”, de Marilina y buscábamos “Navia” en el mapa, para comentar, entre los presentes, que se trataba del pueblo del papá de la artista.
Tanto nos atraía conocer sobre ella, su vida y todo cuanto la rodeaba, que siempre nos quedó la duda acerca de si aquel almacén llamado Parrondo, en la esquina de Rivadavia y Donato Alvarez, había llegado a ser propiedad de alguien de su familia, más allá de que ella siempre contó que Don Enrique Parrondo, su papá, era mozo.
A partir de Marilina sabemos cómo se logra un estribillo monumental para una balada. Sin dar nombres, ella sabe cuántos compositores imitaron sus métodos, dejando como resultado canciones “de fórmula”, bien -quizás- a la medida del mercado pero sin conseguir el torbellino emotivo de “Danza”, “Soles” o “Puerto Pollensa”. Incluso cuando tuvo sobre la mesa una poesía de Eladia Blázquez, hizo que la magia triunfara en el resultado final de “Contra viento y Marea”.
Marilina cumple 80 años. Lo celebramos junto a todos los que también celebraron su arte, su éxito en La Raulito, su regreso del exilio, su matrimonio con Pato y su inigualable sonrisa, que cautiva desde que era “La Nena”.