La vida universitaria en la Ciudad de Buenos Aires, a través de los años, viene disparando decenas de actividades paralelas, como sucede con toda zona que genera un gran número de movimiento diario de personas. En realidad, no solamente estamos haciendo referencia a la vida comercial que pueda suscitarse alrededor de cada facultad, sino que en ese derredor, y muy especialmente en el área identificada como “facultades”, está claramente establecido un mercado inmobiliario de altísima capacidad operativa.
Este negocio es tanto o más importante, desde el punto de vista de lo que puede mover en dinero anualmente, que las librerías, papelerías y accesorios de todo tipo al servicio de los estudiantes, las propias facultades, sus profesores y el transporte relacionado con el área estudiantil.
Surge aquí una observación, a nuestro entender hecha por primera vez en la historia de la Ciudad de Buenos Aires, que sostiene que los propietarios de departamentos ubicados en las zonas cercanas a la Facultad de Medicina, la Facultad de Ciencias Económicas, la de Odontología y la de Ciencias Sociales (por nombrar a las cuatro facultades de la Universidad de Buenos Aires que, juntas, aportan más significativamente al movimiento poblacional joven en la Ciudad) ingresaron, hace ya varios años, en un pozo de estancamiento o de mejoras de sus inmuebles, basado en la especulación, que vale la pena remarcar lo ya que la repetición de casos confirma la tendencia.
Abel es santiagueño, tiene 24 años y estudia Medicina. Hace un año vive en un antiguo departamento de la calle José Evaristo Uriburu y nos cuenta que, aparte de pagar un alto Valor mensual por el alquiler de su vivienda, no consigue que el propietario se responsabilice de tres arreglos necesarios a realizarse en la cocina y el baño del inmueble. El problema no sería tan desconocido si no nos hubiéramos enterado de que Abel “heredó” el alquiler de ese departamento porque antes de que él se instalara en Buenos Aires, lo utilizaban familiares suyos, cuando eran ellos estudiantes y a través de quienes ya se venía observando la misma falta de atención a los problemas a los que hacemos referencia por parte del dueño.
Algo parecido sucede en un departamento, ya más moderno, en las cercanías de Junín y Tucumán, donde Romina y Lucrecia, alumnas de la carrera de trabajo social, no consiguen entrar en diálogo con la dueña del departamento o de dos ambientes que ocupan, salvo para cuando se cumplen los plazos pactados para un determinado valor del alquiler y llega la hora del aumento.
Claudio, empleado desde hace muchos años en una de las más importantes inmobiliarias que ejercen su actividad en ésta y otras zonas, nos confió que a la hora de dar a elegir departamentos a los nuevos clientes que se acercan (estudiantes universitarios, naturalmente, en el 80% de los casos) se han visto obligados a priorizar los alquileres en aquellas unidades que, por lo menos, cuentan con la menor cantidad de antecedentes de esta categoría, aunque-según cuenta Claudio- es difícil encontrarse con inmuebles libres de esta tendencia a no hacerse cargo de muchos de los problemas que éstos tienen, por parte de los dueños.